Flavio Briatore estuvo ayer en Mónaco y bajó al 'paddock' a saludar a sus ex compañeros y amigos. :: AP
LA PRÓRROGA

Flavio Briatore, en pantuflas

En zapatillas, bronceado y desde su yate atracado en Mónaco, el ex jefe de Alonso visitó otra vez el 'paddock'

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Ningún jefe de Estado, autoridad política o estrella del celuloide tiene pase libre para acceder a la burbuja elitista de la Fórmula Uno sin una acreditación. Es imposible sortear tornos y atravesar barreras sin que la burocracia exclusiva que ha impuesto Bernie Ecclestone como modus vivendi y producto de lujo haga su trabajo. Todo está en manos de la Federación Internacional (FIA) y la FOM (la empresa de Ecclestone). Periodistas, patrocinadores y pilotos cuelgan su chapa al cuello o al bolsillo, pero nadie pasa sin sello. Ayer apareció él y rompió todos los clichés.

Flavio Briatore se presentó en el 'paddock' de Mónaco en pantuflas. Zapatillas 'fashion', 'of course', con sus iniciales (FB) cosidas en tono ocre sobre el empeine negro, pero al fin y al cabo babuchas de andar por casa repanchigado en el sofá. Recién afeitado y duchado, cruzó el pantalán del puerto de Montecarlo desde su imponente yate Force Blue (también, ojo al detalle, FB) y rebasó la raya de los privilegios. Ninguna acreditación a la vista, nada de escarapelas para quien en su día fue designado como el heredero in pectore de Bernie Ecclestone para tomar las riendas del mayor negocio de marketing que se conoce en el deporte.

«Ragazzi, ¿cómo estáis?», saluda con su tono cordial el antiguo jefe de Fernando Alonso. Las cámaras lo buscan, sus antiguos empleados en Renault se paran a estrechar su mano, y un variopinto elenco de personajes detiene el paso para interesarse por un personaje polémico, pero con imán. Briatore nunca provocó indiferencia.

«Vivo muy bien, entregado a la familia y los amigos. No echo nada de menos de la Fórmula Uno», cuenta el magnate italiano, que recibió una sanción de por vida -luego rebajada a tres años, hasta 2012- por incitar a Nelsinho Piquet a provocar su propio accidente en Singapur 2008 que se tradujo en la victoria de Alonso con el Renault R28.

Briatore habla desde el púlpito del poder, una mesa en la posada de Bernie Ecclestone. Ambos mantienen la amistad y el hilo de los negocios. El auto-accidente del Nelsinho no los ha separado.

Briatore desapareció de la faz de la Fórmula Uno el pasado 13 de septiembre, después del Gran Premio de Italia, en Monza, justo cuando ING y la Mutua decidieron abandonar el patrocinio que los unía a Renault después del castigo a Briatore y su mano derecha, Symonds. Hasta ayer no había asomado la nariz en la F-1.

Sin paños calientes

Y, como siempre, habló claro y contundente, ahora ya sin pelos en la lengua. Y dejó un titular en cada respuesta. «Sólo ha habido dos colegas que me han mostrado su afecto. ¿Sus nombres? Domenicali, de Ferrari, y Horner, de Red Bull». Precisamente, con el jefe de Vettel y Webber departió un buen rato ayer. Briatore tenía una empresa de representación de pilotos y sólo salvó dos apellidos de su antigua finca. «Mark Webber me ha demostrado que es un tipo con principios. Y Fernando Alonso se ha portado como lo que es, un amigo».

En este intervalo de pseudo-anonimato, Briatore ha sido padre de un niño (Nathan Falco) con la moledo Elizabetta Gregoraci, ha vendido su accionariado en el Queens Park Rangers («fue una jugada astuta») y ha recorrido la senda de los millonarios («no necesito trabajar para vivir», admitió).

Ayer criticó el modelo deportivo de la Fórmula Uno («si no llueve, las carreras son un aburrimiento»), aventuró días de gloria para Alonso en Ferrari («hablo con él y lo veo muy feliz») y elogió a Mourinho por todo lo alto («es un revolucionario del fútbol»).