Valor y personalidad de Arturo Macías
MADRID . Actualizado: GuardarEl toro de la confirmación de Arturo Macías, castaño, astifino, moñudo, de muchas caja y finos cabos, tuvo raro cuajo. Se deslumbró, barbeó tablas, gateaba no poco y no dejó de hacerlo. Llegó a rajarse, pero a dejarse también en su querencia: sin romper ni acabar de entregarse, sino sacudiéndose incluso los engaños.
Macías estuvo muy valiente. Con ese toro de la confirmación y también con el que cerró corrida. Del hierro de Martelilla también, de reata buena - 'Investido', número 83-, largo, descarado y playero, muy llorón -de mugir sin consuelo- pero muy bondadoso. Los dos se jugaron con bastante viento.
El arrojo de Macías fue puro descaro: como si se le diera una higa el viento que, en los medios y no sólo, lo dejó algo inerme y al descubierto no pocas veces. Arrojo, descaro y, por tanto, quietud más que notable. Firmeza mayúscula, que vino encarecida por dos razones: el viento, desde luego, y sus circunstancias. Era la tercera corrida que Macías toreaba en España este año y en las dos previas había salido herido de gravedad. Como no es común ver salir de dos cornadas tan bravo a nadie, tal dosis de valor conmovió. Macías tiene un don: llega a la gente, que se sintió provocada desde el mismo arranque. Le vino casi andando el toro, aguantó tranquilo. Abellán, padrino de alterativa, cumplió con su costumbre de no perdonar un quite y salió en turno. A la verónica. Lo desarmó el toro. Macías replicó desafiante: capote a la espalda aunque el viento lo desaconsejaba, el toro revuelto a mitad de vuelo, y una revolera espeluznante porque estuvo a punto de ser Arturo atropellado. La muestra fue ese botón.
La apertura de faena, de largo y desde los medios, con el cambiado por la espalda y su madeja, fue gran fogonazo. A su rebufo, dos tandas en redondo, de gran encaje y mano baja pero a suerte descargada y en muletazos enganchaditos. De mucha fuerza el dibujo: estaba puesto de verdad el torero. Se rajó el toro, por él se fue Macías. De pronto, una pelea. Una voltereta. Imperturbable el torero. Otra después. La misma entereza. A la defensiva el toro, que protestaba al sentir los ataques de Macías. Una estocada soltando el engaño. No sacaron ni a saludar al torero de Aguascalientes.