El presunto homicida gritó, al llegar a la Audiencia, que era inocente. :: M. G.
Ciudadanos

El hermano del acusado denuncia que un psiquiatra rechazó ingresarlo

Juan Manuel J. S. provoca un incidente con los familiares de la joven Loli Amaya, que lo recibieron con insultos en el juzgado

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Esposado y, esta vez, con la cabeza descubierta, Juan Manuel J. S. llegó ayer a la Audiencia Provincial con la intención de provocar a los familiares y amigos de Loli Amaya, la conileña de 25 años a la que supuestamente mató a cuchilladas en febrero de 2008, durante el atraco a la colchonería de Chiclana donde ella trabajaba. Minutos antes del juicio, el acusado comenzó a gritar que «él no era un asesino» y que era inocente, mientras era conducido por los pasillos de la Audiencia, donde esperaban los familiares, inflamando la rabia contenida que habían tratado de controlar hasta el momento.

Los allegados de la joven contestaron indignados con insultos y gritos de «asesino, asesino», pero no trataron de atacar a Juan Manuel, que entró en la sala de vistas escoltado por varios policías. El enfrentamiento acabó ahí y la calma volvió a reinar en el juicio, que celebraba ayer su segunda sesión sin más incidentes, e incluso, con la presencia de amigos de la joven entre el público.

La vista oral concluyó bastante rápido, a pesar de que estaban citados para declarar una decena de guardias civiles (que participaron en la detención de Juan Manuel J. S.) y dos personas más citadas a petición de la defensa, uno de ellos, el hermano mayor del procesado. Éste último denunció que el 13 de febrero de 2008 (un día antes del crimen) los psiquiatras que trataban a su hermano rechazaron ingresarlo en un centro médico, «porque no había sitio», a pesar de que éste lo había solicitado en varias ocasiones. Para colmo, acusó a los psiquiatras de retirar a Juan Manuel el tratamiento de pastillas que seguía desde 2006 para mantener a raya el trastorno paranoide que sufre, aunque admitió que no podían demostrarlo. Por último, el testigo trató de convencer al tribunal de que su hermano «bebía hasta ocho litros de cerveza al día» y que la tarde del atraco «estaba borracho y muy mal».

Se queda sin coartada

El otro testigo de la defensa era un «conocido» del acusado apodado 'El Grande', con el que éste tomó unas cervezas después del primer atraco que se le imputa, en la tienda de moda Fighter Street Wear, de Chiclana. El hombre -que matizó «no ser su amigo»- debía servir de coartada frente al asesinato, pero no cumplió con su papel, pues indicó que abandonó a Juan Manuel a las 19.30 horas, una hora y media antes del atraco de la colchonería. Además, dijo que Juan Manuel volvió sobrio.

Antes de que ambos testigos declarasen, los guardias civiles que arrestaron al acusado, relataron ante el tribunal los detalles de su interrogatorio y cómo Juan Manuel desveló detalles sobre el crimen que sólo el asesino podía conocer, como el lugar en el que apuñaló a la víctima. Con todo, los agentes emplearon casi todo el tiempo en negar las supuestas coacciones que el procesado les había achacado un día antes, según él, para obligarle a reconocer el asesinato. El procesado denunció, además, que le habían roto un dedo en los calabozos, pero los agentes recordaron que los interrogatorios se hicieron ante un abogado y que fue el propio acusado quien se autolesionó. Hoy concluye el juicio con la pericial de los forenses.