Miembros de la Armada que participaron en el acto saludan a las autoridades desde la plaza. :: ÓSCAR CHAMORRO
SAN FERNANDO

Solemne homenaje de bandera

El Palacio de Capitanía acogió, por primera vez en su historia contemporánea, la reunión del Consejo Superior La Armada rinde tributo a la Isla en la celebración de su Bicentenario

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Las expectativas eran grandes. Días antes se habían repartido alrededor de 600 invitaciones para todo el que que no quisiera perderse el solemne acto de arriada de bandera que anoche tuvo lugar en el Patio de Armas Lope de Figueroa del Cuartel de Batallones de San Fernando.

Nada que ver tuvo el acto a las arriadas de banderas que normalmente se hacen a diario en este cuartel isleño. Esta vez hubo público, y no como cada día cuando tan sólo siete personas intervienen en lo que representa la finalización de la jornada seguido del toque de oración. Ni siquiera el lugar es el mismo. La plaza se deja para días señalados, como el de ayer. No fue un día cualquiera. Por la mañana, el almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Manuel Rebollo García, había presidido la reunión del Consejo Superior de la Armada que, por primera vez en su historia contemporánea, acogió el Palacio de Capitanía.

El Consejo Superior de la Armada, órgano colegiado asesor y consultivo de la ministra de Defensa, Carme Chacón, que habitualmente se reúne en Madrid, se desplazó hasta San Fernando para sumarse así a la celebración del Bicentenario de las Cortes de 1810 que conmemora este año la ciudad.

A las diez menos cuarto en punto, los tambores avisaron al público asistente de que el acto comenzaba. Los primeros compases de la marcha «Pro a la mar» interpretados por la Banda del Tercio Sur de Infantería de Marina de San Fernando marcaban el ritmo de esta compañía mientras hacían su entrada desde los cuatro francos de la plaza hasta llegar al centro y formar el dibujo de un ancla.

Después de que el mando de la fuerza obtuviera el permiso para la entrada de la Unidad de Honores presidida por el comandante Álvaro García, dos compañías de fusiles entraron en el recinto.

Doscientos años simbolizados en sus uniformes separaban a una y otra formación. Los más modernos desfilaban con uniformes con franjas y otros, los más lejanos, hacían lo propio vestidos de fusileros y granaderos de los Batallones de 1812 portando tres de ellos banderas coromelas.

Acompañados tan sólo del silencio, los dos obuses remolcados por los infantes, procedieron a la salva de batería en la oscuridad del recinto ya que todas las luces se apagaron. Dos cargas dispararon que retumbaron entre las paredes de la plaza.

Con el olor a pólvora todavía en el ambiente, y con la iluminación tan solo del los focos procedentes del mástil de la bandera y de los flashes de las cámaras de fotos del público asistente, se procedió a la arriada de la bandera acompañada del himno de España.

Una bandera, que bajo los colores rojo y gualda, fue instaurada para la Armada por el rey Carlos III en 1785 y elegida como bandera nacional en 1843. Estos mismos colores son los que hace ahora 200 años ondearon sobre los baluarte y fortines que defendían la Villa de la Real Isla de León.

Tras la arriada de bandera le siguió un sobrecogedor silencio.

Los miembros de las dos compañías de Fusiles hicieron el toque de oración bajo la mirada atenta del almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Manuel Rebollo García, y del alcalde de la ciudad, Manuel María de Bernardo, acompañados d e otras autoridades de la Armada.

Una vez recogida, ésta pasó a la Sala de la Bandera donde habitualmente aguarda a la llegada del nuevo día.

La banda del Tercio Sur interpretó «Retreta de Burón» y con ella abandonaron la plaza tanto las dos compañías de fusiles, las autoridades como los asistentes.