A MI AIRE

EL SOSO DE FERIA

Es una especie peligrosa capaz de arruinarte una tarde aunque te lo estés pasando mejor que en una manifestación de payasos

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Llevo toda la Feria cruzándome con una chica a la que mi amiga María y yo hemos decidido apodar como 'la carasueño'. Podría ser que fuera una juerguista incombustible, la más animada del Real, pero el gesto no le acompaña a la pobre. Dudo en esta tesitura si la chica en cuestión entraría en otra de las tribus que pueblan todos los años nuestra Feria del Caballo: los sosos. Mi querida Pepa Pacheco se autodenominó así en su día por su especial torpeza a la hora de bailar sevillanas y su negativa rotunda a hacer el ridículo en el intento. Ella quiere ser una sosa, pero en realidad no lo es. No cumple los requisitos fundamentales del soso de feria, una especie peligrosa donde las haya capaz de arruinarte una tarde de feria aunque -como diría Luis Lara- te lo estés pasando mejor que en una manifestación de payasos. (Ahora debería sonar la sintonía de El Hombre y la Tierra) Léase con tono Félix Rodríguez de la Fuente: «Queridos amigos del especial de Feria de LA VOZ, el soso ibérico y su compañera la sosa son una especie silenciosa pero letal. Acechando en un rincón de cualquier caseta, su insistencia por irse a casa o, en el mejor de los casos, por ir a comprar turrón a la calle Córdoba, hacen de estos ejemplares una verdadera pesadilla para los adictos al albero y al rebujito. No se fíen de sus caritas de cordero degollado, son verdaderas máquinas de matar el ambiente y siempre tienen un arma preparada para enfriar la fiesta. Cuando la tortilla no está fría, es que hay mucho polvo en la Feria o que han pisado una caquita de caballo. Suelen quejarse también del ruido de las casetas, de la cantidad de gente que hay en todos sitios, de que no se puede estar tranquilo en ningún lado y de que 'hay que ver la tajá que ha cogido mi cuñao'. Pero uno de sus argumentos más efectivos es el cansancio y el dolor de pies. Se han dado casos en el que el soso y la sosa han recurrido a esta estrategia mortal sólo quince minutos después de haber entrado en el parque González Hontoria. Sé lo que están pensando, y sí, son muy sanguinarios». Pero vamos a ver, váyanse ustedes a un balneario en La Toja. No les gusta la feria. Muy bien. No vengan. Mira que fácil. Yo tengo una solución para acabar con la amenaza del soso y la sosa en la Feria de Jerez. Sé que el Ayuntamiento está muy cortito de personal (ejem), que sólo trabajan 2.200 criaturas en el Consistorio, pero seguro que podemos encontrar a alguno que no tenga nada importante que hacer para encargarle nuestra misión. Al igual que se hace con los enganches, los caballos y los jinetes, yo propongo un tío en cada puerta de la Feria inspeccionando las ganas de juerga del personal. Que aparece uno en plan «No, yo vengo a darme una vueltecita, a ver si nos podemos sentar en algún sitio» o quejándose del trabajo que le ha costado aparcar el coche o del calor que hace o del precio de los cacharritos. No entra. Que no, que no. Punto. No se les puede dejar pasar a la Feria. Hay que ser inflexibles con esta gente, que nos estamos jugando mucho, señores. Es más, yo propongo que se les tome los datos para que la delegación de Fiestas les levante acta la semana que viene en sus domicilios y les imponga una sanción ejemplar. Qué le puede doler más al soso o la sosa: obligarles a ir a una fiesta. Ea, pues un contrato con el del puestecito de fotos del caballo de cartón y te vas a recorrer las ferias de todas las pedanías de Jerez y también te vas ir a la de Sanlúcar y a la de El Puerto. Y después, ya veremos. Verán ustedes como así aprenden. Hombre, por favor. Una vez dicho todo esto tengo que comentar que yo hoy no voy a la Feria, que estoy muy cansado y me duelen los pies y hay que ver la cantidad de gente que hay en todas las casetas que no puede uno pedir tranquilo una copita de vino o una jarra de rebujito.