Miguel, vestido 'como manda el protocolo', en la caseta de la Peña Los Cien, una de las que más visita. :: J. C. C.
LA FERIA POR BOCA DE MIGUEL ROCHE FERIANTE DE CORAZÓN

Manual del feriante perfecto

Miguel pertenece a la especie más jerezana del González HontoriaLa Feria, para el militante, tiene un protocolo exclusivo que nuestro hombre domina a la perfección

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Miguel, 40 años, extrovertido, guasón y noble, nació en el barrio de San Miguel, entre la calle El Pollo y San Telmo. «Que sí, que soy muy jerezano, como mi 'compare' Lunita, los dos jugando al fútbol en el Pastas Gallo». Su padre era anticuario, pintor y bohemio, y algo de esa traza libre, despreocupada y errante, lleva Miguel en los genes, porque dice que pintar pinta poco, pero que le gusta la calle, la gente, la algarabía y el trato.

La Feria, con esa carta de presentación, tan sincera y tan descarada, tenía que ser por bemoles su templo. Miguel es un ejemplar único de esa 'subespecie' del Real que camina con garbo por las calles amarillas del Hontoria, saludando a diestra y siniestra, la americana impoluta, el pañuelo en el bolsillo, la sonrisa perenne. Se para aquí, charla un rato con alguno, le pregunta por fulano, suelta una coña, continúa su camino, elegante, acompasado, y repite el ritual cada pocos metros. El trayecto, con más saltos que un capítulo de 'Perdidos', forma parte del 'Manual del Feriante Perfecto' (Tomo Primero). Porque ir con prisas por la Feria es no entender de qué va el rollo, hacerle un feo gordo al espíritu 'slowly' que duerme en el fondo de las macetas de rebujito, descansa a la sombra de los toldos y mece, cuando sopla algo de brisa, los farolillos.

Despacito, despacito, que la tarde es larga y las casetas no tienen patas para salir corriendo. Saludos cordiales, chascarrillo improvisado y copita al canto. «Me gusta el buchito, pero sin abusar. Porque yo me crié oliendo a vino, tan cerquita de las bodegas, y tengo en casa una bota de oloroso que da gusto verla. Eso también me viene de fábrica. Yo, de chico, cuando venía a la Feria, le tiraba a mi padre de las costuras del pantalón, para que me llevara a dispararle a los patitos, pero él me decía 'espérate, niño', y al final nos quedábamos en la caseta del Consejo Regulador».

«Aquí cabemos todos»

Miguel, con su punto de aristócrata amable, campechano y canalla, milita entre los acérrimos defensores de esta Feria. «Di que no, que uno viene a echar la tarde o a comerse la noche y es como cuando va a la Moderna, a beberse un vaso: cabe todo el mundo, desde el tío que lleva 40 zarcillos y 20 calcomanías, hasta el que viste con chaqueta de catálogo, azul y de rayitas... Por cierto, que ya me he 'comprao' una». Hace la ronda por La Amargura, Onda Cero, para en lo de su 'compare' El Calvo, El Tinglao, El Tío Juan, El Patio de Miguel, González Byass, echa el ratito con un vecino suyo, venenciador por más señas, y luego mira a ver si come algo, unas papas con chocos o un guiso de berza, potaje o menudo, si no aprieta la calor. «Lo mejor es copita y piscolabis, vinito y pimiento, vinito y tortilla, jamón y queso. Siempre te llega uno y de dice 'pruébame la sopita de tomate', pues ea, del carajo, ahí que voy». ¿Horario? El que puede. «Ya no tengo edad pa' empalmar, pero de todas formas mi Feria es la de media mañana, el almuerzo y la tarde».

A Miguel no le falta 'puntá'. Manda el protocolo que si el sol está en lo alto, lo mejor es una guayabera, «que las hay de algodón y de lino, fresquitas y socorridas. Te metes tu pañuelo, te colocas tu mascotita de mimbre, y vas de lujo». Que cae la fresca, «chaqueta con vaqueros o traje, ¿por qué no?». Si hay dinero, «a los toros». ¿Manzanilla?, de la buena, que alguna hay que «se la pones al pollo y echa a correr».

Ahí sigue Miguel, desgranando el 'Manual del Feriante Perfecto', tranquilo y feliz, convencido, con razón, de que la vida son dos días. Y la Feria, mal que le pese, no es eterna.