La sala de presentaciones se quedó pequeña para escuchar el pregón del valenciano. :: O. CHAMORRO
Sociedad

La invitación a volar

Manuel Vicent augura que la novela no desaparecerá porque es la única vía para experimentar otras vidas

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«¿Recordáis ese momento, de niños, cuando teníais un atlas abierto e imaginábais que algún día iríais a sus islas? Cuando esa isla está en un libro es una isla del tesoro». No la de Stevenson, sino esa posibilidad de «volar, viajar, bajar a los mares y cruzar fronteras» que te brinda un libro. Con esas palabras, como casi todos los escritores haciendo referencia a su infancia, Manuel Vicent abría el pregón y la Feria del Libro 2010.

Con esa metáfora y algún que otro chascarrillo, como la disculpa de su alergia, a la que relacionó con la muerte de Atila, amenizó un encuentro en el que se dieron cita en el Baluarte de la Candelaria mucho representante político y más aún aficionados a la buena lectura. Entre los primeros se encontraban el concejal y la delegada de Cultura, Antonio Castillo y Yolanda Peinado, y los representantes municipales de PSOE e IU, Rafael Román y Sebastián Terrada.

Los segundos disfrutaron de la oda al libro, a las historias, a la narración, al Cádiz fenicio y a Miguel Hernández. El escritor valenciano, el pregonero, conquistó al público y le animó a perderle el respeto a las obras en papel. «Como la máxima del ser humano es la de hacer el mínimo esfuerzo, el libro seguirá existiendo porque es el soporte más cómodo», bromeó.

Mucho más serio, explicó: «Desde que existe la toma de conciencia de la muerte, la condena, desde el mismo momento en que se mordió la manzana, apareció la neurosis por la vida. Desde principios de la humanidad, esa obsesión no se le ha quitado al hombre. A lo largo de este tiempo ha tomado drogas y líquidos para que se le quite esa obsesión y uno de los métodos que más ha utilizado es el de contar historias, inventar otras vidas, creerse otros personajes. Mientras perviva esa obsesión, pervivirá la escritura».

Y volvió al humor, aunque para hacer un relato igual de triste. «Me he encontrado muchos escritos en los retretes públicos. Uno que me impresionó fue el que reflejaba un número de teléfono con la siguiente leyenda: 'aunque seas un asesino, llámame'. Ahí hay una novela de soledad, distancia y misterio», terminó. Que cada uno se invente la suya, abra las alas cuando haga lo mismo con una solapa, se cree otro personaje. Ayer se abrían nueve días para intentarlo.