A MI AIRE

LA CASETA DE FERRÁN ADRIÁ

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A ver. Mis legiones de seguidores se debaten entre los beneficios y las maldades del dichoso cloruro potásico. '¿Pero la cosa esa es buena o mala?', me ha preguntado mi compañero 'el loco' Gallardo. Es bueno, en pequeñas dosis. Como se te vaya la mano te cargas a cuatro. Incluso utilizando cantidades escasas hay quien lo pasa fatal, como mi amiga Fátima 'la rubia' que me ha retirado la palabra hasta que pase la Feria por mi defensa a ultranza del producto en cuestión. Así que he decidido que ya no soy potásico, ahora me he convertido en potájico. Lo digo por los buenos potajes que se pueden comer en la Feria. En la caseta de La Garrocha -ha sido elegida al azar, no tiene nada que ver que sea la caseta de Canal Sur, en la que yo me paso un buen rato todos los días- hay un menudo 'pa'chillarle. Eso sí que es una cocina y no la de Ferrán Adriá con las tonterías y las pijotadas. El Adriá en vez de menudo pondría algo así como 'sufflé de garbanzos deconstruidos con vaho ibérico y suspiros de morrillo'. ¿Se imaginan? Una caseta de Ferrán Adriá en la Feria del Caballo. Se llamaría La Bulla y en lugar de gazpacho habría 'cascada de tomate con escorrentías de pimiento y rocío de pepino'; cambiaría el serranito por algo como 'milhojas de trigo horneado con transparencias de lomo, pincelada verde de la huerta y lámina de anca porcina curada'; o no podríamos encontrar chocos fritos pero sí 'nube crujiente de cefalópodo al calor de la oliva'. De arte, vamos. Ah, tampoco habría rebujito, pero sí 'Remolino de burbujas con guiño de uva y lazos de aroma herbal'. Te quié í ya, Ferrán. Mejor que no venga, que nosotros los potájicos estamos mucho mejor con las papas con choco, las croquetas de puchero de Casa Juan Carlos (impresionantes) o la tortilla de la CGT.

Ayer hablé de las mujeres vestidas de gitana, una debilidad de muchos como el que suscribe, pero se me olvidó mencionar el modelo champiñón. Es el único que no me gusta. El modelo champiñón son esos trajes de gitana con falda corta a la altura de la rodilla que cuando van llevados por una señorita que no sea muy alta o más bien pequeña hacen de su figura algo muy parecido al citado champiñón. Tengo que decir que me he cruzado por el Real con alguna de ellas. Una en concreto iba con este modelito corto de color azulito pastel y pelo a lo Betty Boop, pero todo ello en feo. Su mayor enemiga, la peor de todas, habría sido menos cruel a la hora de vestirla. No obstante, que conste que el 99,9% de las chicas y señoras que pasean por la Feria van muy guapas y elegantes. Y algunos señores, también. Como por ejemplo los de la Asociación del Sombrero de Ala Ancha Jerezano, que hicieron entrega el jueves en la caseta de LA VOZ de sus premios Sombrero de Oro a González Byass y la Sombrerería Casa González. Un acto estupendo. Uno de los organizadores, Fernando Romero, me pidió que lo presentara y allí fui, y también me pidió que me pusiera un sombrero de ala ancha, pero a eso me negué. Tu sabes la que hay que liar para ponerme a mí un sombrero de ala ancha, Fernando de mi corazón. Si hace unos años me hicieron uno de paja y estuvieron las vacas ocho meses comiendo bocadillos de mortadela... Acabé con toda la paja en cien kilómetros a la redonda, hijo mío. El traje de corto y el sombrero típico, al contrario de lo que pasa con las mujeres y sus trajes de gitana, le queda bien a pocos hombres. Y yo no me encuentro en ese selecto grupo. Me quedo ya sin tiempo y sin espacio, pero mañana les hablaré ampliamente de otro de los perfiles que nos podemos encontrar en la Feria de Jerez, el del soso o el de la sosa. Se trata de gente por lo general con cara de sueño, que está en la caseta como el que está en un mano a mano entre Sánchez Dragó y Pedro Ruíz, o en la proyección de una película de Garci. Pero eso será mañana.