Editorial

El polvorín griego

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La muerte de tres personas en el incendio de un banco atacado durante las protestas contra el plan del Gobierno para intentar evitar la bancarrota de Grecia confirma la alta tensión que vive el país pero también la disposición de minorías radicales a emplear la violencia en sus objetivos antidemocráticos. El brutal recorte del gasto público ha llevado la crispación a una sociedad que no se siente responsable de la crisis y que, sin embargo, se ve abocada a pagar por ella. Pero esa crispación debe ser canalizada por las fuerzas sindicales en las legítimas protestas encaminadas a minimizar el impacto de la crisis sobre los más débiles y no convertirse en combustible para los grupos antisistema. Porque la mínima tolerancia con los grupos violentos podría convertir las calles de Grecia en un polvorín, desacreditar el derecho de manifestación y tergiversar los objetivos sindicales de las movilizaciones. La sociedad helena llevada al borde del abismo por una clase política corrupta e incapaz afronta ahora un capítulo de sacrificios que debe sobrellevar con dignidad y sin perder la mesura, exigiendo con severidad responsabilidades políticas pero sin ceder el mínimo espacio a las minorías radicales que buscan su protagonismo en la estrategia del cuanto peor mejor.