La oscura corrida del 2 de Mayo
Diego Urdiales firma cosas de entidad con un toro manejable de Carmen Segovia
MADRID. Actualizado: GuardarProgramada con meses de antelación, la corrida de Carmen Segovia no pasó completa los reconocimientos. Sólo tres toros. Dos, cinqueños. El segundo, que derribó en un arreón y descabalgó en un segundo viaje, fue de ir y venir sin darse ni romperse. Distraídos los finales. Manejable. De muerte muy resistida. Con ese toro estuvo arrancado y firme Urdiales. La muleta dominadora por abajo, seguras las soluciones de trinchera o de pecho que abrocharon airosas tandas seguras por las dos manos. Larga pero viva la faena, un aviso antes de cambiar de espada, una estocada a capón, una manifiesta pero disimulada renuncia a descabellar, un segundo aviso, rodó el toro al tercer descabello. El otro cinqueño de Segovia, cuarto, galopó destartaladamente, derribó de bruto en la primera vara, un segundo puyazo de mucho sangrar, un quite incompleto de Urdiales y un cambio de decoración. La irregularidad; una embestida franca, pero la de vuelta era un taponazo, una estirada de repente, una aflicción final de toro encogido. No llegó a estar cómodo Moreno. Hermosos remates, intentos más que logros por la mano derecha, nada que hacer por la otra. Dos pinchazos, y un aviso tras el segundo, una estocada defectuosa, dos descabellos. Era la única tarde que Moreno tenía firmada en Madrid en las tres ferias de primavera. No Urdiales, que saldrá dos veces más. Ni Aguilar, que comparecerá en la última semana de San Isidro. Para Sergio fue el tercero de los tres toros salvados de la quema. Un toro con las orejas en jaque y de estilo defensivo, aunque pronto en los ataques al caballo. No se empleó. Hasta pararse y venirse abajo. Una estocada excelente. Sin puntilla.
Por la corrida de Segovia suspiraban muchos hace no tanto. De los tres toros de la parte Domecq del Conde de Mayalde que completaron corrida, también dos eran cinqueños. Y el último de festejo cumplía los seis del máximo reglamentario en noviembre. Sin ser gloria bendita, ese abuelo de la feria humilló y, sin celo ni codicia, repitió las embestidas. Se dejó. Pero era flojito. Aguilar se templó con la zurda en dos tandas tardías. Caliente el final. El quinto, casi cinqueño, se echó cuatro veces. Dos viajes despendolados a principio de faena cuando le dio Urdiales distancia. Y enseguida cantó la gallina. Tres veces. Nada que rascar. El primer mayalde fue el de más cara. Mansito en varas, enterró pitones en un volatín sólo al cuarto muletazo. Lo acusó. No descolgó. Moreno tiró de él en muletazos enganchados por el hocico. Desigual el acople. Un poco tenso el torero. El toro lo acabó viendo. La solución: muletazos al hilo del pitón. Hermosos pases cambiados en los remates. No se entregó el toro. Una estocada tendida, un pinchazo, estocada ladeada, dos descabellos. Muy largo.