Dos jerezanas en el Real de la Feria. :: Cedida
LA VOZ DE LA CONCIENCIA

El traje de gitana

Los más llamativos son los cortados y fruncidos desde las caderas y con dos o tres volantesLos cambios en diseños y complementos son constantes

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Durante los días próximos a la Feria de Sevilla y de Jerez, hemos podido observar en los medios y en las pasarelas toda suerte de desfiles y exposiciones de trajes de faralaes. No cabe duda que los cambios en los diseños, tejidos y complementos que el traje de flamenca ha experimentado, no son de ahora, son ya varias las décadas que hace que ha ido tomando otras formas, adaptándose a otros gustos y modas, pareciéndose más a un traje de fiesta o de noche, que a un traje de gitana cómodo y lucido, para bailar, estar guapa y divertirse en la Feria.

Desde que yo lo recuerdo, los siempre llamados trajes de gitana tenían su denominador común en las faldas de volantes, las que cortadas en forma de capa solían tener tres volantes en la parte inferior, estando confeccionado en un fino tejido de algodón, siendo la mayoría de las veces de lunares de diferentes colores, aunque también los había lisos adornados con cintas, tiras bordadas o encajes, y por lo general cortados al talle. En su parte superior era sencillo, con un cuerpo ajustado, somero escote de pico y mangas de farolillos. Esta forma de vestir de las mujeres en los días de Feria, no era otra que la de emular a las auténticas gitanas que desde la bética, bajaban con sus familias y sus recuas a las diferentes ferias de ganado de la baja Andalucía; las que se podían ver en el González Hontoria aportando con sus llamativos atuendos una nota de color y exotismo a nuestra feria: grandes argollas como sarcillos, y abalorios de coral, el pelo alisado adornado con peinecillos y recogidos a modo de rodetes, con rosas o claveles que resaltaban sobre el cabello negro.

Ya el gran poeta y escritor José Carlos de Luna, en su libro 'Gitanos de la Bética', describe a los gitanos a la perfección; no solo su vida y sus costumbres, sino también su forma de vestir, las que en su mayoría coinciden con las que vimos usar hace cincuenta años en Jerez en la antigua feria de ganado.

Los asentamientos solían estar cercanos a las vías del tren (las que ahora están elevadas). Era un inmenso prado verde en el que había dos largos abrevaderos o pilones, en torno a los cuales ponían los cerrados con los animales que traían y, cercanos a ellos, las toldetas, que eran una especie de las actuales casas de campaña a dos aguas.

En las mañanas de feria solíamos ir con nuestro padre a la feria de ganado porque era una delicia ver las yeguas recién paridas con sus potrillos, mulas, burros y demás animales con los que hacían sus trueques y transacciones. En las horas de la media mañana, mientras los gitanos daban de beber, bañaban y ponían lustrosas a las bestias, ellas hacían lo propio con los niños, por lo que se las veía con estos empernacados en el cuadril limpios y aseados, estampa tan gitanísima como inolvidable.

Como decimos, no pasaron muchas ferias para que las faldas de volantes y los atuendos de aquellas gitanas fueran siendo elegidos por un buen número de jerezanas, viéndoselas pasear por el Real de la Feria originalísimas, con sus sencillos y gitanísimos trajes y complementos. No obstante, a la par, había otra tendencia en las que las señoras vestían trajes horrorosos, por estar llenos de volantes prácticamente hasta el escote, con lo que parecían encontrarse metidas dentro de un repollo. Aquel barroquismo se fue diluyendo, adoptándose unas modas en las que se pretendía resaltar la anatomía y la belleza de la mujer en la feria.

Esta tendencia es la mejor , con trajes hechos a medida, los que ajustados como un guante hacen que ellas aparezcan bellísimas y el Real sea todo un espectáculo al verlas pasear o bailar en las casetas.

Estos trajes vuelven a ser confeccionados con telas ligeras desdeñando las gruesas, que tal si fueran pesadas lonetas, sometían a un verdadero calvario a las que los tenían que llevar puestos un sin número de horas. Ahora se hacen con telas finas como la seda o con popelín de diferentes grosores, brocados, encajes y hasta de punto; lo que les confiere caída y elegancia y por supuesto frescura, por lo que pueden ser llevados durante todo el día dado lo cómodos que resultan.

Los más espectaculares son aquellos que, cortados y fruncidos a partir de las caderas, llevan sólo dos o tres volantes. Las mangas de farol al codo, rematadas con volantes, adornados los filos con croché, tiras bordadas, piquillos, morillas e incluso encajes de bolillos. Con los mantoncillos a juego o combinados con colores que los hagan resaltar, estos siempre deberán de ir al cuello, rematados con flecos de seda y sujetos en el centro del pecho con un broche de coral. Flores en la cabeza puestas en la coronilla con sus peinecillos o la peineta.

Nada que ver con los trajes que las modernas diseñadoras pretenden vendernos, para lo que se rodean de los medios de difusión y otros elementos mediáticos, como gente famosa y artistas, a los que invitan y hacen participes para que asistan a unas pasarelas en donde se exhiben toda suerte de trajes que nada tienen que ver con los de gitana, siendo estos modelos más parecidos a traje de fiesta, cuyos incómodos diseños hacen casi imposible que puedan ser utilizados para ir a la Feria, montarse en un coche de caballos, ni por supuesto a la grupa, como tampoco para bailar de forma natural, ya que no es fácil coger los vuelos de la falda para acompañar el zapateado de la tercera sevillana; porque, debido a su estrechez no permiten agacharse para poder mover los volantes con gracia, pues están cosidos a la falda a partir de de las rodillas.

No digamos para ir al cuarto de baño, porque para hacer un pis tienen que abrirse totalmente la cremallera y bajarse el traje, para lo cual, han de contar con la ayuda de una amiga que le recoja la falda, a fin de evitar la escabechina que supone que un traje de volantes roce el suelo de un servicio público de la Feria.

Ni que decir tiene que estos nuevos diseños no los quieren ni las folclóricas, ni las cupletistas, ni demás artistas de teatro; por lo que de las pasarelas pasan directamente a las perchas del olvido. No obstante, nuestras modernas diseñadoras continúan cada año devanándose los sesos en una especie de renovada competición, para ver cuál de ellas hace el traje de gitana más imposible.