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La voz de lo que fuimos

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H ubo un tiempo en que en las noches de Cádiz no sonaba sólo el compás binario de las coplas de carnaval o de las bulerías y ni siquiera había equipos potentes en discotecas o chiringuitos playeros con el chunda-chunda de la música house. En aquella época, arcana como las de cualquier leyenda, los viejos de aquella vieja tribu de supervivientes como fuimos se sentaban al relente a echar cigarradas o a echarse un cantecito. Sobre todo, romances al vaivén de la memoria colectiva y transmitidos de generación en generación aunque el resultado final fueran disparates tan sabrosos como la versión de Gerineldo que evocaba El Negro de El Puerto. O fandangos que muchos improvisaban y cuyas letras hablaban de belleza o de esfuerzo, o bien retaban al rival o seducían amantes, quizá al socaire de una hoguera, al albur de las playas o de las cortijadas. De esa remembranza plural, Mari Carmen Tizón ha trenzado un canasto en forma de libro, bajo el título de 'Cancionero de la tradición oral moderna en Tarifa', que incluye un CD con canciones de los grupos Almadraba y La Cuadrilla de Jesús Barroso, cómplices a lo largo de una meritoria operación rescate de un mundo musical y de una cultura que sigue corriendo el riesgo de ser devorada por una globalización hecha a la medida de los uniformes.

Su repertorio y sus letras viajan desde los cantes de los almadraberos a las gañanías de las besanas. Era la banda sonora sentimental de los habitantes de Facinas o de la remota aldea de Cucarrete que se besaba con Los Barrios por trochas imposibles. Eran coplas de pique o de juego, canturreadas a veces con el simple apoyo de una botella de anís y un palitroque que al rozar sobre los relieves del libro brindaba un soniquete parecido a la chacarrá. La obra de Mari Carmen Tizón supone treinta años de fascinación por un mundo humilde pero vivo, lleno de palos de gallo, jeciuras y jeringonzas, cencerradas, matanzas, romerías o días de la yerba.

Este libro se basa naturalmente en el disco duro de sus informantes: Dolores Perea, Antonio Triviño, Pepa Noria, Lucrecia y Lourdes Jiménez, Sebastián Rondón, Juan González 'Tirilla', Fermín Santamaría, Juana y Elisa González conservaban en su memoria este patrimonio como conservaban en su magín los libros aquellos lectores clandestinos que Ray Bradbury retrató en 'Farenheit 451'. Con el apoyo del Ayuntamiento de Tarifa y de Cajasol, Mari Carmen Tizón ha visto impresa ahora su heroica dignificación de la cultura popular. Su pesquisa nos ayuda a interpretar aquel mundo en el que los campesinos sabían de mareas porque sabían leer las fases de la luna. O en donde los celos y el levante no propiciaban crímenes pasionales sino simples rimas jocosas: Pero las tablas de surf no tapan todavía los juncos de ribera. Ni los parques eólicos ocultan la estampa de un pastor y su rebaño. Nos lo cuentan Mari Carmen Tizón y varios siglos de tradición conservada entre dos mares.