COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA

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Aunque cueste creerlo esta semana, hay vida más allá de los cruceros. Si no, que se lo digan a los más de doscientos mil alumnos andaluces, de diez y de catorce años, que andan esta semana rellenando unos cuestionarios que la Junta de Andalucía ha dado en llamar 'evaluación diagnóstica' que son -o deberían serlo- algo así como unos exámenes de reválida encubiertos y que bajo la atractiva premisa de obtener información objetiva y rigurosa sobre los aspectos fundamentales que debería alcanzar la educación en Andalucía, vuelven a caer en la cosa tediosa de la reiteración lingüística, -niños y niñas, técnicas y técnicos- dificultando la comprensión de un sinfín de preguntas que hay que resolver en tres días.

No. No me parece mal que se hagan pruebas diagnósticas que certifiquen que con nuestro sistema educativo vamos a la cola del país. Ni me parece mal que los padres y las madres respondan a un cuestionario sobre sus expectativas y las de sus hijos. Dice la Junta -que con esto ya me tiene tan cautivada como con los ordenadores- que no se trata de evaluar lo que el niño/a sabe, sino «lo que sabe hacer, cómo lo sabe hacer y en qué nivel de dominio lo sabe hacer». En fin, que les interesa más conocer si el niño sabe hacer un diagrama de barras que si entiende lo que lee.

Total, esto sirve luego para lo que sirve. Para que también nosotros hagamos una 'evaluación diagnóstica' de nuestro entorno, por ejemplo, el frente que va desde Valcárcel hasta el Colegio Mayor, pasando por el edificio de Náutica y el Olivillo y luego hablemos de la falta de espacio en la ciudad. Porque una cosa es la evaluación, y otra el diagnóstico ¿o no?