El día que Petra subió a la Torre Tavira
La limpieza y la seguridad son dos de los aspectos más destacados por los visitantes que llegan del mar Una crucerista ofrece una versión de la ciudad con más luces que pegas
CÁDIZ. Actualizado: GuardarAunque la ciudad la espera con expectación, ella vive el desembarco con el mismo ritual que utilizó en las escalas anteriores. Ha desayunado a las 7.30, ha recopilado algo de información sobre «la vieja ciudad» que va a visitar. Entre Internet y lo que ha rebañado por las mesas de su crucero, el 'Mein Schiff', cree que tiene pistas suficientes. «Admito que no conocía ni el nombre de la ciudad, no se moleste. Pero por lo que he leído tiene una historia apasionante».
Con esa premisa pisa Cádiz Petra Schön, berlinesa «de los alrededores», profesora, entrada en los 40 que se presta a dar su versión de la ciudad durante un corto recorrido. Habla español más que correctamente e incluso añade guiños de complicidad: «El crucero en el que viajamos, en español, se llama 'Mi Barco'». Además de la información que tiene, admite que le ha impresionado la perspectiva de la ciudad desde el mar. Dice que le recuerda a algunas islas del Mediterráneo aunque esté en el Atlántico.
Su primera impresión tiene que ver con el clima que echa de menos durante diez meses al año: «Qué calor». Tampoco le pasa inadvertida «la luz, aunque es verdad que ya había leído algo sobre eso».
En contra de la impresión general de los gaditanos, tras media hora de paseo, ya imantada junto a su grupo por la Catedral, suelta que Cádiz le parece un sitio «limpio». Asegura que, al contrario que en otras escalas, no tiene la tentación de «mirar todo el tiempo el bolso y quién está detrás de mi cartera».
Mira tiendas, gasta bromas, pero no compra nada. A mediodía, exacto en campanadas, toca comer. Buscan una terraza, la del Andalucía y lo que más les atrae es lo tradicional: «Dudo entre paella y pescado frito». Al final, un poco de cada cosa. Comparte paella y boquerones. En la sobremesa (hora del aperitivo en horario español), toca excursión.
Un guía les lleva a la Torre Tavira. Esta pactado. La atención del joven técnico que les recibe, con un perfecto alemán, es una mezcla perfecta de simpatía y profesionalidad. Tras leer cada texto expuesto en las dos salas, llega a la Cámara Oscura. Entre risas, con la mirada fija en la pantalla circular, suenan nombres como El Greco, La Viña, Murillo... Petra ríe cuando toca y atiendo el tiempo restante. A la salida, de vuelta, se reafirma: «Es una ciudad con una historia apasionante... Y muy limpia»