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Mourinho, la historia del odio eterno

El portugués buscará acaparar la atención del Camp Nou en el duelo de vuelta de las semifinales para liberar a sus pupilos de la presión; Vilipendiado con Robson y ninguneado con Van Gaal, el luso aumenta su arrogancia ante el Barça

BARCELONA. Actualizado: Guardar
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Unos minutos antes que sus jugadores, para atraer hacia su persona toda la furia de los aficionados del Barça. Posará de la forma más soberbia posible, al borde la provocación, con la intención de desgastar al seguidor azulgrana. «¡Traductor, traductor!», le gritará la grada con el tono más despectivo posible para tan noble profesión. «¡Vete al teatro, Mourinho vete al teatro!», le cantarán en recuerdo a sus quejas por un 'supuesto' piscinazo de Messi en un Chelsea-Barça de 2006. Y, sobre todo, le dedicarán una rima irreproducible que también ha valido en los últimos años para Figo y Cristiano Ronaldo por su condición de portugueses. Y cuando las gargantas 'culés' ya acusen el esfuerzo, el técnico luso ordenará la entrada de sus jugadores para comenzar el calentamiento.

Si le sale bien, una vez más (como en otras visitas), habrá conseguido focalizar todo el odio, liberando a su equipo de un poco de presión ambiental. Así es Mourinho. No dice nada por casualidad, no improvisa ningún gesto. Es un ganador, muy antipático para cualquier rival, pero listo como nadie para aprovechar la animadversión que siente el barcelonismo hacia su persona de la forma más positiva para el Inter. La historia de Mourinho con el Barça nace en 1996, cuando el de Setúbal aterriza con sólo 33 años en el club azulgrana como mano derecha del recientemente fallecido Sir Bobby Robson. Aunque colaboraba en cuestiones tácticas y técnicas con el técnico inglés, se le recuerda más por ser su traductor en las ruedas de prensa.

Ciertamente, los representantes de los medios de comunicación siempre lo vieron como un bulto sospechoso alrededor del noble anciano británico, un 'trepa' que ya tenía tics de arrogancia imperdonables para un desconocido. Sus traducciones de Robson, por cierto, eran muy libres, introducía conceptos propios como si el entrevistado fuese él. En plena campaña de descrédito hacia el 'ayudante' se llegó a rumorear sin fundamento que era 'algo' más que un colaborador y un amigo de Robson. «Quien piense que soy homosexual que me traiga a su hermana», replicó en un diario deportivo, ganándose la desaprobación general. Nadie le perdonó en aquel momento.

Cuando se fue Robson al acabar la temporada, Mourinho, inteligente como pocos, supo ganarse a Van Gaal colaborando en un segundo plano para no chocar con el carácter del holandés: era un superviviente. En lo personal pasó de ser vilipendiado a ninguneado. Y eso, a alguien con tanto ego, le duele todavía más. Nadie valoró entonces en esa etapa azulgrana que aquel portugués elegante y atractivo (más en su contra) sí sabía de fútbol gracias a un aprendizaje muy humilde haciendo informes en campos muy modestos de los rivales del Río Ave, el equipo que entrenaba su padre. Los jugadores que trabajaron con él sí adivinaron que tenía futuro, sobre todo porque sus informes de los rivales eran excelentes.

Espectacular puesta en escena

Se fue Mourinho en 2000 tras cuatro años de aprendizaje silencioso y, seguramente por lo que ha venido después, de rabia acumulada. Así se entienden sus explosiones de ira hacia el Barça cuando, ya en el Chelsea, se enfrentó al club azulgrana por primera vez en los octavos de final de la Liga de Campeones 2004-05. «El Barça es un gran club, pero sólo ha ganado una Copa de Europa en cien años. Yo sólo llevo algunos años entrenando y ya la he conseguido con el Oporto», fue su amable comentario tras superar a Rijkaard (2-1 en el Camp Nou y 4-2 en Londres), entre otra serie de lindezas.

El destino quiso que volvieran a cruzarse en octavos de la 2005-06, esta vez mordiendo el polvo ante Rijkaard y acusando a Messi de hacer teatro en Stamford Bridge cuando se limitó a esquivar una salvaje entrada de Asier Del Horno que le costó la roja. Con el 1-2 de Londres y el 1-1 de Barcelona, pasó el conjunto azulgrana camino de su segunda Copa de Europa en París.

Pero ahora, con el pase a la final en juego, Mourinho ha sacado el monstruo futbolístico que lleva dentro, para lo bueno y para lo malo. La guerra ya empezó en Milán y la última batalla, al menos por ahora, se librará mañana en Barcelona.