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DOS VALIENTES

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En estos momentos hay muchos españoles que se la están jugando. Unos en la mina, otros en el andamio, aunque de estos últimos quedan menos debido a la crisis de la construcción. «Llevar una vida jugada y andar a mucho peligro» era la definición de juglar que se leía en el viejo diccionario 'Covarrubias'. Ahora se habla de José Tomás y de Baltasar Garzón. Ruego a mis dioses por ellos, aunque confieso que mis buenos deseos para ambos están algo desnivelados. He asistido desde que era chico, allá por el Antiguo Testamento, a centenares de corridas de toros y en cambio nunca he ido a un mitin.

El torero y el juez se la están jugando. Uno soñando cortijos en sus pases naturales y otro empapelando a gente que hace mucho que perdieron los papeles. Da igual que motivaciones fueran dispares, ya que más corná que el hambre da la egolatría. José Tomás, que no es cierto que sea la sombra de Manolete sino la del llamado 'Monstruo' y la suya, se debate mientras escribo entre la vida y la muerte. Le ha dado vida al toreo exponiendo la suya. Quizá los dos querían cumplir un destino, pero hay toros y tribunales que también aspiran a cumplir el suyo.

La pequeña tela roja de la muleta, por un lado, y las miles de pancartas por otro. El caso es que los dos han conseguido agitar la vida nacional y no sólo esa: en México y en Argentina también ha cundido el alboroto. El toro 'Navegante' tenía interés en pasar a la historia y los toros saben, desde que eran erales corneando los tréboles, que la única forma que tienen para lograrlo es matar a un torero grande. Quizá la notoriedad de los jueces, que es mucho más restringida, se deriva de los casos judiciales más sonoros. Sigo muy preocupado por José Tomás. En las manifestaciones se salvan todos y en las plazas se muere de verdad.