EL PERFIL

ANTONIO GARCÍA GARCÍA

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Hombre serio y alegre, trabajador y juguetón, Antonio García constituye una de las pruebas más contundentes de cómo, manteniendo la fidelidad a los principios permanentes y la coherencia de la vida con las creencias, es posible adaptarse a los cambios de los tiempos. Fíjense, por ejemplo, en la habilidad con la que, de la misma manera que respeta los valores transcendentes y las pautas tradicionales del comportamiento ético, usa con habilidad y con soltura las nuevas tecnologías. Él nos ha demostrado cómo, sin renunciar a los valores más acreditados de la tradición, se puede seguir caminando por los senderos nuevos que nos abren las ciencias y la electrónica.

A mí me llama la atención, de una manera especial, su exquisita sensibilidad artística y, sobre todo, su peculiar forma de entender y de saborear la música clásica.

Es posible que ésta sea una de las claves que explican su destreza para interpretar la vida de una forma placentera, de una manera parecida a como lo hace el director de orquesta cuando lee las partituras musicales modulando las diferentes melodías y respetando los ritmos -andante o allegro- de cada compás.

Quizás otro de los secretos de su confortable y reconfortante ancianidad sea la fidelidad con la que vive y transmite los valores que, durante su niñez, asimiló en el hogar familiar.

Aguda curiosidad

Dotado de rica y de aguda curiosidad, Antonio se alimenta con esa memoria respetuosa que nutre de plenitud, de pulcritud y de ternura su vida.

No es extraño, por lo tanto, que, en su noventa cumpleaños, nos siga estimulando para que, además de aprender, sigamos disfrutando de los goces que proporciona la convivencia familiar.

Antonio es un jerezano intuitivo, inquieto y soñador, que, a lo largo de esta larga trayectoria, hecha de entusiasmo y de meditación plácida, nos revela su marcado temperamento y su integridad moral, y, al mismo tiempo, pone de manifiesto su cálida cercanía, su elegancia, su madurez, su tenacidad, su sinceridad y, en resumen, su elevada talla humana.

Siempre nos llamó la atención su forma intensamente vital de generar un cálido ambiente familiar y una densa atmósfera cordial.

La fina sensibilidad, la exquisita delicadeza y la depurada ternura de este hombre noble -cuya existencia se cimenta en los principios evangélicos- constituyen las razones del respeto que nos inspira a todos los que lo tratamos.