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La prohibición obedeció a un plan teórico
Eurocontrol aplicó un modelo oficial sobre dispersión de emisiones volcánicas sin conocer realmente la situación atmosférica
BRUSELAS. Actualizado: GuardarLa decisión de cerrar los cielos europeos al tráfico aéreo no responde a una situación de inseguridad real para la navegación, sino a estimaciones construidas sobre modelos teóricos de dispersión de emisiones volcánicas, combinadas con las últimas observaciones meteorológicas disponibles, básicamente aportadas por el Centro Asesor sobre Cenizas Volcánicas, con sede en Londres.
Especialistas de la Comisión Europea manifestaron ayer que las decisiones que han llevado a la clausura responden a un protocolo puesto a punto por los países miembros de Eurocontrol a lo largo de estos últimos años para hacer frente a este género de situaciones, pero que nunca antes había sido aplicado. Tampoco se tenía noticia de su existencia. Fue definido a raíz de graves problemas sufridos en momentos diferentes por aviones que atravesaron nubes de partículas volcánicas en distintos lugares del planeta. Los primeros registros del género datan de comienzos de los años ochenta.
En las actuales circunstancias, sin embargo, no existe ninguna certeza de cuál sea el estado real de la atmósfera en las zonas pretendidamente contaminadas por la nube volcánica. Todas las decisiones nacionales para el cierre de los espacios aéreos han sido adoptadas a partir de modelos teóricos y según el margen de apreciación de cada país.
Esa interpretación ha dado lugar a incongruencias como que Bélgica cerrara su espacio aéreo a las 16.30 horas del jueves -aunque Zaventem, su aeropuerto principal, quedara inactivo ya desde el mediodía- o que Luxemburgo, a doscientos kilómetros de distancia, continuara operando con total normalidad hasta el día siguiente, lo mismo que las instalaciones aeroportuarias francesas.
Los esfuerzos de coordinación emprendidos ayer por la tarde por el consejo de Transportes de la UE son los primeros que merecen la consideración de tales en Europa, después de cinco días de caos suscitado por decisiones nacionales adoptadas en momentos diferentes y sin concertación previa.
Vuelos de prueba
Naturalmente, en este escenario llaman poderosamente la atención los resultados de los vuelos de prueba realizados por algunas compañías aéreas. Sus aviones han aterrizado sin traza alguna de haber impactado con cenizas volcánicas. Y han sido más de cuarenta las operaciones realizadas para verificar el estado de la atmósfera.
Por ello, en medios aeronáuticos, como ayer hacían portavoces de la Asociación Europea de Líneas Aéreas (AEA), se expresan grandes reservas sobre el procedimiento seguido para hacer frente a la situación.
Los portavoces en cuestión recordaban que países europeos, como Italia, sufren periódicamente erupciones volcánicas. En el Etna, por ejemplo.
La autoridad aeronáutica advierte a las compañías aéreas en esos casos de la situación y éstas adoptan las precauciones necesarias. Es el 'modelo americano' de seguridad del que se hablaba ayer en la Comisión, en el que son las compañías aéreas, y no las administraciones nacionales, las que asumen las responsabilidades.
En Europa, creen algunas voces, las instituciones quizá han vuelto, como en otras ocasiones, a pecar por exceso en la aplicación del principio de precaución.
Las aerolíneas serán las grandes perjudicadas. Las seis principales compañías europeas -Iberia, British Airways, Air France-KLM, Lufthansa, EasyJet y Ryanair- habían dejado de facturar hasta ayer unos 600 millones de euros debido a las cancelaciones. A esta cantidad habría que unir otros 250 millones por gastos extraordinarios ocasionados por la situación. Iberia ha sido la menos afectada, ya que sólo ha perdido entre el 30% y el 40% de los vuelos, mientras sus competidoras han visto duplicada esta cifra.