EL RAYO VERDE

UNA BATALLA INCÓMODA

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Levantar cualquier bandera en estos tiempos es complicado. Qué época aquella en la que Charlot recogía del suelo un trapo caído de un camión y enseguida tenía una manifestación detrás. Ahora nadie quiere señalarse ni comprometerse, nadie está por la labor de complicarse la vida, o tiene tal maraña de intereses que impiden posiciones claras. Funciona también el miedo a la represalia e incluso a perder ingresos y lo peor es que demasiadas veces pasa. Existe la convención de que determinados temas, estamentos, instituciones es mejor no tocarlos, y así resulta que siguen a salvo, años y años, del escrutinio exhaustivo a que se somete a otros. De modo que terminan por considerarse 'divinos', o sea exentos de rendir cuentas a la ciudadanía y convencidos de estar prestando un extraordinario servicio. Todo va bien si a mí me va bien.

De modo que la reclamación de una mayor consideración de Cádiz como ciudad universitaria, un campus más pujante, con más titulaciones, está condenada a tener pocos apoyos. Resulta difícil no ya encontrarlos, sino que acepten que se hagan públicos. Sin embargo, la causa es digna de pelearla. No interesa a los políticos, que temen incomodar a buena parte de su electorado, o incluso a sus viejos 'totems' que decidieron el reparto del botín del modelo multicampus; que saben que la inmensa mayoría de los ciudadanos la universidad le importa un pito y que además no se atreven con los cátedros que, como comentaba algún consejero, ya exconsejero, aún están yéndose de rositas del gran debate que la sociedad debe alguna vez emprender acerca de su coste y utilidad. Tampoco interesa a la propia Universidad, que no quiere abrir ese melón y se siente muy cómoda con el actual reparto, por la tan contundente razón de que Cádiz les queda lejos. Suelen vivir al otro lado del puente.

Sin embargo, Cádiz lo necesita. Aún recuerdo a Fernando Quiñones clamando contra la salida de las facultades. La ciudad se ha quedado sin posibilidades de crecimiento y, por tanto, de modos de supervivencia y debe agarrarse a sus escasas fuentes de ingresos. Aparte de que la vida universitaria debe crear, y es así en muchas ciudades, una revitalización del tejido social y una efervescencia cultural muy nutritivas. Nada de eso pasa en esta capital que ha ido cediendo parcelas de referencia para quedarse con poco más que la entrada de cruceros y las oficinas de la administración. Esto no está reñido con la asumida y defendible idea de la Bahía como ciudad de ciudades. Quede claro. Se trata de que Cádiz no siga perdiendo fuelle, de que recupere el posible y que gestione bien lo que le queda.

Así, es preciso, de momento, facilitar las comunicaciones con el campus del Río San Pedro, mejorar el transporte público en la ciudad para los universitarios, con un autobús circular por el perímetro que no cubre la línea 7; ofrecer nuevos terrenos... Es preciso que venga de una vez Magisterio, que en torno al diseño de campus de humanidades y salud se aumenten los esfuerzos y, por supuesto, es preciso que las facultades existentes refuercen sus exigencias de nivel y actividad para proyectar prestigio intelectual.