Sociedad

Puerta grande para El Juli en la Maestranza

El diestro cuaja dos faenas redondas a sendos ejemplares del Ventorrillo y corta tres orejas en la novena del abono sevillano de abril

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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Compendio del buen toreo, verdaderamente magistral, El Juli cuajó en Sevilla dos toros De capa y muleta. Tundidos los dos de inapelables estocadas. Sin puntilla el uno, casi casi el otro. Los dos toros mejores de la corrida de El Ventorrillo. Cumplida y concluyentemente toreados uno y otro al cabo de sendas lidias completas, sabias, poderosas: puro temple, pero puro poder. Tanta sensibilidad como expresión rotunda, que son dos de las tantas armas toreras de El Juli. Como la resolución, la diligencia, la intuición, la inteligencia y, naturalmente, el valor. El corazón que torea con la cabeza. La cabeza que torea con el corazón. Una recia manta de agua al soltarse el primero de corrida, que tuvo son constante y, ya sometido, llegó a resultar hasta dócil.

Dos lances de cata en sucinto saludo y al tercero ya estaba El Juli estirado, embraguetado y acompasado para una gavilla de seis verónicas. Impertinente fue la decisión del palco de ordenar la salida de los caballos mientras El Juli se templaba en esos lances primeros. Un quite mixto de dos chicuelinas y dos talaveranas con media de remate y una airosa salida al paso.

Los cinco muletazos cambiados para cuadrar al toro fueron un prodigio de dibujo clásico. A volapié, sin estar exacta la igualada, una estocada soltando el engaño que fue mortal de necesidad. El toro resistió de bravo en dura agonía. La plaza rugía de emoción. Pese a la fuerza del clamor, y faltando a una elemental cordura, el presidente le negó a Julián la segunda oreja. Se amotinó el público. El Juli fue literalmente forzado a dar dos vueltas al ruedo. Con el cuarto de corrida repitió El Juli en el saluda de capa: dos lances de cata y sin hacerse esperar, y, tras ellos, seis en madeja, de bajar las manos sin escupir al toro. Toreando con los vuelos suavemente. Se sintió El Juli a placer. Se había propuesto cortarle a este toro las orejas. Se las cortó. Un final de faena soberbio: a toro rendido. La apoteosis fue incontenible. El palco concedió la segunda oreja.