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El mayor atasco aéreo de la historia

El 60% de los vuelos tuvieron que ser suspendidos, con unas pérdidas cercanas a los 740 millones de euros La nube de cenizas clausura el cielo de la mitad norte de Europa y afecta a 5 millones de pasajeros

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La enorme nube de ceniza provocada por la erupción del volcán islandés Eyhafjalla se extiende lentamente por la mitad norte de Europa. Sus fatales consecuencias en el tráfico aéreo lo hacen, en cambio, por todo el planeta y a velocidad supersónica. 17.000 de los 29.000 vuelos (60%) previstos para ayer en el Viejo Continente tuvieron que ser suspendidos dejando en tierra a más de cinco millones de pasajeros después de que nueve países se vieran obligados a cerrar sus espacios aéreos y numerosos más clausuraran parte de sus aeropuertos. La situación es esperpéntica, según los expertos, que no dudan en calificarla como el mayor caos conocido en la historia de la aviación comercial, superior al que se produjo con motivo de los atentados del 11-S en Nueva York, cuando los norteamericanos evitaron que cualquier aparato surcara sus cielos.

El colapso europeo es prácticamente total. Desde el Atlántico a la frontera con Rusia y desde el mar Ártico hasta los Alpes. El peligro que generan para la mecánica de los aviones las diminutas partículas de arena y cristal que viajan hacia el Este por el norte y el centro de Europa en el seno de la nube han recomendado inhabilitar todos los corredores aéreos de ese área. Además sólo un tercio de las operaciones entre continentes previstas pudieron llevarse a cabo, tanto hacia América como hacia Asia. Este «insólito caso», como lo define Juan Ignacio Lema, presidente de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), obliga a suspender aterrizajes y despegues que, según las primeras estimaciones, podría causar a las compañías unas pérdidas cercanas a los 740 millones de euros. Así lo calcula la Asociación Internacional de Transporte Aéreo.

El segundo día de interrupciones en el tráfico aéreo continental afectó ya de forma directa a Austria, Estonia, República Checa, Eslovaquia, Suiza, Hungría y Lituania, que se incorporaron a la lista de damnificados en primera persona integrada desde el jueves por Reino Unido, Irlanda, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Bélgica, Suecia, Polonia, Alemania, Noruega y Francia. Islandia sigue indemne, ya que el Eyhafjalla está situado en el sur de la isla y los vientos trasladan sus fumarolas hacia la plataforma continental. Por ello, sus habitantes apenas están siendo afectados por la nube negra y no existe riesgos para su salud a pesar de que también traslada algunos gases. Además, creen los expertos que la gran altura en la que está colgada hará que la ceniza que alcance el suelo sea imperceptible.

Islandia, indemne

El país nórdico, en cambio, sí sufre las inundaciones provocadas por la lava que desborda el cráter. El calor ha derretido un tercio del hielo del glaciar que lo cubre, provocando que un río cercano se haya desbordado. Según la radio islandesa, parte de la carretera que rodea la isla ha quedado cubierta por el agua, lo que incomunica la región, por otra parte totalmente deshabitada.

El panorama del tráfico aéreo, lejos de disiparse, amenaza con extenderse como mínimo dos días más para propiciar también un negro fin de semana. Dependerá, se cree, de cómo evolucione la densidad de la nube y del viento que la desplaza a una altura de entre 5.500 y 11.000 metros. «La situación es dinámica y está sujeta a cambios», se limita a asegurar Eurocontrol, la Agencia Europea para la Seguridad en la Navegación Aérea, que cubre 38 países. «En general, no se puede decir con certeza cuándo mejorará la situación», aseguran sus portavoces.

Desde el Gobierno de Reykjavik, sin embargo, se difunden informaciones más alentadoras. «Lo que antes eran erupciones constantes en el Eyhafjalla, ahora son esporádicas, y, aunque siguen llegando partículas de ceniza al aire, parece que la actividad disminuye. No puede seguir a este ritmo durante muchos días. Existe una cantidad limitada de magma que se puede arrojar», aseguró el profesor universitario Armann Hoskuldsson. Los historiadores, por contra, recuerdan que la anterior ocasión en que el volcán despertó, allá por 1821, su actividad se prolongó durante dos años.

La Organización Mundial de Meteorología sostiene asimismo que es imposible prever el comportamiento de la nube de cenizas. «No se podrá saber cuántos días durará este fenómeno. Se detendrá cuando lo haga la erupción», señaló ayer Scylla Sillayo, experta aeronáutica de la entidad. Sin embargo, descartó efectos importantes en el clima. «En cualquier caso serían mínimos», dijo. La desmintió el climatólogo Herbert Formayer, de la Universidad de Viena, quien aventura que «si las partículas desprendidas de la nube alcanzan la estratosfera, podrían provocar durante varios años un efecto refrigerador porque reduciría la radiación solar». «A esa altura no hay lluvias que puedan reducir o lavar esa arenilla o esos cristales. Quizá permanecería allí durante dos o tres años», añadió.