Inmigración, Facebook y la reforma pendiente
El Gobierno no tiene agallas para enfrentarse a quienes prefieren mantener estructuras laborales y educativas arcaicas. Y no veo a otro partido político con ganas de hacerlo
INVESTIGADOR DE FEDEA Y CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA. UNIVERSIDAD CARLOS III Actualizado: GuardarSi es que no se puede ir al cine. Finalmente me convenció mi hijo para ver 'Avatar' y vuelvo con una profecía, que tiene algo de ciencia y mucho de ficción (espero). En medio de la larguísima superproducción, y quizá influido por su retórica apocalíptica, se me ocurrió una idea: Facebook y LinkedIn se van a convertir en la herramienta clave para nuestra próxima emigración masiva, por culpa de la falta de reforma laboral y educativa.
A los académicos tanto Facebook como LinkedIn nos parecen versiones poco evolucionadas de las páginas web que muchos tenemos desde hace más de una década. Ambas herramienta sirven para compartir información laboral y personal. Nos permiten saber en qué trabaja la gente y quiénes son sus amigos o contactos profesionales, y en ocasiones vemos a su familia o sus aficiones personales
La pregunta es: ¿Por qué los académicos hicimos el esfuerzo antes que otra gente y qué implicaciones tiene esto para nuestro mercado de trabajo?
Los académicos tenemos un tipo de trabajo que depende mucho de los contacto de larga distancia. A menudo nos hemos formado muy lejos. Nuestros colaboradores están repartidos por países de varios continentes. Nuestra productividad depende de que estemos al tanto del trabajo de personas en rincones muy apartados del planeta, con las que a veces tenemos que ponernos en contacto para pedir información, consejo o datos. Por ello, una herramienta que nos permite saber con facilidad en qué trabaja cada uno, dónde lo hace y qué es de su vida resulta inmensamente útil.
Un lector no académico podría pensar, ¿y esto qué tiene que ver conmigo? Visto desde España puede parecer raro. El porcentaje de gente que trabaja en la comunidad en la que nació es muy elevado. Buena parte de nuestros amigos viven cerca, a menudo en nuestro propio barrio ¿Para qué necesito estar en contacto con ellos por Internet? Ya me llaman cuando hace falta. Por ejemplo, ahora que unos cuantos están en paro.
La cuestión es que esto no tiene por qué ser así. Ciertamente no ha sido así en el pasado. La situación actual de relativa inmovilidad data básicamente de la década de los 80, en la que se producen varios hechos simultáneamente. El Estado del bienestar se moderniza y consolida, haciendo más fácil que en períodos de desempleo la gente se quede donde estaba. El sector servicios se convierte en mayoritario en nuestra estructura económica. El Estado de las autonomías nace, creando oportunidades de empleo sustanciales para la gente más educada en sus propias comunidades.
Pero con anterioridad a esta fecha las cosas fueron muy diferentes. A principios del siglo XX los españoles emigraron masivamente hacia América. En este punto no puedo resistir la cita (traducida) de una frase del trabajo de Olympia Bover y Pilar Velilla: «Sanchez Alonso (1995) muestra que el sector de la construcción en Argentina, con una elevada demanda de trabajadores no cualificados, es el factor más influyente en la emigración española durante el período 1882-1913, así como las fluctuaciones en el PIB argentino». Luego, en los años 60 y primeros 70 unos 100.000 españoles al año emigraron, fundamentalmente a Alemania, Francia y Suiza. ¿Por qué? Por lo que emigran todos siempre, las oportunidades en España eran peores a las de los otros países. La agricultura española no necesitaba tanto a la gente que vivía cerca como la industria alemana en los 60 o la construcción argentina a principios del siglo XX.
Y esto es lo que me hace pensar que España puede volver a ser un país de emigración en el futuro cercano. Y en ese caso lo será de trabajadores cualificados, los que están acostumbrados a usar Facebook o LinkedIn y hablan inglés adecuadamente. La década prodigiosa se acabó. El Gobierno no encuentra las agallas para enfrentarse a quienes prefieren mantener estructuras laborales y educativas arcaicas antes que solucionar nuestros problemas. Y, sintiéndolo mucho, no veo que haya ningún otro partido político con ganas de hacerlo. Así que me apuesto algo serio (ahora explico qué) a que no vamos a ver una reforma estructural en la próxima década.
Afortunadamente para nuestros hijos, siempre queda la Unión Europea de la libre movilidad de trabajadores. Los que sepan usar las nuevas herramientas de conectividad (aquí es donde Facebook o LinkedIn desempeñan un papel crucial) y puedan localizar a los amigos que conocieron en el campamento de verano de Southampton, en la estancia Erasmus en Frankfurt, o en el master de negocios internacionales en Estocolmo son los que se van a librar de la década perdida. Estamos condenando a los chicos que no aprendieron inglés a tiempo y no pudieron pagarse el máster en Estocolmo a vivir en un país de conserjes de hotel o camareros de un bar de copas del litoral (unos pocos, los más listos, llegarán a funcionarios de la Diputación o la consejería de planificación territorial). Sin formación, sin estabilidad laboral, y sin perspectivas de futuro. En vista del suicidio colectivo, yo estoy ahorrando (ésta es la apuesta a la que me refería) para que mis hijos puedan estudiar en la University College de Londres o en la Erasmus University, y pasamos los veranos en Birmingham puliendo su inglés. Y, si pueden, les recomiendo que hagan lo mismo. Puede que sus hijos no tengan que mudarse a Pandora, ni aprender la lengua navi, pero tal como están las cosas, invertir en flexibilidad cultural tiene un valor de opción considerable.