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RELOJES

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El mejor sistema para recompensar favores políticos sigue siendo el dinero contante y sonante, a condición de que esté bien contado y no suene en Hacienda. Sigue siendo vigente la respuesta de aquel señor al que le preguntaron cómo podrían agradecerle los favores hechos a su empresa: «Desde que los fenicios inventaron la moneda no tiene usted la menor dificultad», respondió.

Ahora las técnicas del soborno económico se han ampliado gracias a la inestimable aportación del 'caso Gürtel' y otros casos no menos dignos de estudio. Como dice Raúl del Pozo, «hace falta ser un cretino para maquinar un sumario de 50.000 folios», para aclarar algunas situaciones, por turbias que sean. Si resucitara don Marcelino Menéndez Pelayo, que se murió lamentando los libros que le quedaban por leer, volvía a ingresar voluntariamente en el panteón de hombres ilustres. Tragarse 50.000 folios de trampas y enredos, complicidades contables y guarrerías aritméticas, excede la capacidad de cualquier persona, aunque sea juez y parte de la población lectora.

Sin duda por eso y para aliviarles de los agravios de la sintaxis se han establecido otros sistemas de soborno que exigen menos tiempo. Se investiga lo que hizo el señor Correa obsequiando con pagar bodas y viajes de novios o con vacaciones familiares, pero lo más llamativo es la compra de relojes carísimos. ¿Por qué a ciertos les gustaban tanto los relojes? No es temerario pensar que deseen saber el tiempo exacto que les llevó hacer una fortunita a raíz de descubrir su vocación. Lo cierto es que les gustan mucho los cronómetros de oro. Hay quienes tienen treinta o cuarenta.

Gracias a ellos viven algunas joyerías. Compensan los atracos con la gratitud que sienten los que nos atracan a todos los demás.