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Corruptos y corruptos

No resulta prudente presentarse a unas elecciones con el lema: «Todo por la pasta»

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E n política pueden producirse corrupciones materiales y corrupciones abstractas. O lo que es lo mismo: corrupciones de índole económica y corrupciones de índole ideológica. Si uno tiene la suerte de disponer de una conciencia lo suficientemente firme para acogerse a la primera modalidad de corrupción, recibirá, a cambio de su empeño, comisiones, regalos en especie y sobres cerrados. Si uno dispone del temple suficiente para acogerse a la segunda, podrá ser un político corrupto sin necesidad de tiznarse las manos con dinero negro, porque el corrupto ideológico no suele buscar otra recompensa que el poder mismo. Como nadie es perfecto, el político que se corrompe por dinero no puede corromperse ideológicamente, ya que disfruta de la ventaja de no estar sujeto a ninguna ideología en sentido estricto, a menos que nos dé un ataque de optimismo y consideremos una ideología política el hecho de pretender hacerse de oro gracias al desempeño de un cargo público. Con todo, esta modalidad de corrupción tiene sus servidumbres y el corrupto acogido a ella se ve obligado a hacer una simulación pública de algunas premisas ideológicas, porque no resulta prudente ni decoroso -al menos de momento- el hecho de presentarse a unas elecciones con un lema del tipo «todo por la pasta». La corrupción ideológica, por su parte, admite variantes muy diversas. Puede ser un corrupto ideológico un dictador militar caribeño dispuesto a sacrificar un país entero a cambio del mantenimiento inflexible de su delirio mesiánico, idéntico casualmente al de su hermano mayor, de quien heredó el trono, como en los tiempos de la Roma imperial. Puede practicar la corrupción ideológica una alcaldesa que echa la policía a pelear con los vecinos de un barrio declarado bien de interés cultural, aunque la alcaldesa en cuestión esté empeñada en meterle la piqueta al margen no ya de la ley, sino de la voluntad de un sector de su pueblo, que en teoría es soberano, así se limite a serlo en el preciso día en que va a votar, porque durante el resto de la legislatura tiene poco que hacer, y ahí reside la magia de la democracia: tienes absoluta libertad para elegir a quien tendrá libertad absoluta para hacer lo que se le antoje. También puede ser un político ideológicamente corrupto aquel que, ante la evidencia de la corrupción de unos miembros de su partido, no se alinea de inmediato del lado de la honradez y se dedica en cambio a marear la perdiz con el socorrido sí pero no, o con la aún más socorrida jugada de no pronunciarse antes de que lo haga un tribunal de justicia, que viene a ser algo así como encontrarte en el jardín de tu casa a unos extraterrestres y no contarlo en el bar hasta que la NASA te envíe un comunicado oficial en el que te certifique que, en efecto, se trataba de extraterrestres y no de unos chirigoteros de Cádiz. Pues eso, Mariano.