COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Ciudad para niños

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Es evidente que, por un mecanismo implícito a la paternidad, cualquier padre ve a su hijo de manera muy distinta a cómo lo ven los demás. Ni tan guapo, ni tan listo, ni tan gracioso es el chiquillo como le parece a su papá. Lo de la cruda realidad y lo de la frustración viene después, pero para entonces, el entorno y las circunstancias habrán ocupado un lugar preferente en el palco de la culpa. No es mi niño, son los amigos que me lo estropean, dirán. Reconocer los defectos no es una virtud paternal, para qué vamos a decir otra cosa, ni siquiera es una actitud paternalista, que es en la que más se afanan nuestros políticos para que la realidad no nos escueza tanto.

La Caleta es La Caleta, y poco más se puede decir porque en este caso lo de la imagen y las palabras es algo más que un dicho. Así que no les hablaré de las puestas de sol, ni del olor de la bajamar, ni siquiera les hablaré de la laja, ni de los cangrejos, ni de las gaviotas, ni de las risas de los niños, ni del castillo, ni del espigón, ni de la plataforma, porque usted, como yo, hace mucho que ve las cosas con serenidad y con distancia. Con tanta distancia, que hasta le parece ridículo que IU lleve al pleno que se proponga a la Junta de Andalucía que la declare Monumento Natural. Que una cosa es una cosa y otra, es otra. Que la pasión no ciegue el conocimiento.

Aunque no es para sorprenderse, la verdad. Porque si tenemos la osadía de optar al premio europeo de excelencia «ciudad para niños», con lo que hay aquí, cualquier cosa es posible.