SOMOS DOSCIENTOS MIL

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

El cese del jefe de gabinete de Alcaldía y el conflicto de la Policía centraron esta Semana

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El simple azar ha querido que coincidan en esta jornada dos celebraciones que, para mí, tienen un significado especial: una, de marcado carácter espiritual, que entiendo afecta a todos, como es rememorar el hito más trascendente en la historia de la humanidad, es decir, la Resurrección de Jesucristo. La otra, mucho más doméstica y particular del cronista firmante pues, con la presente, cumplo las primeras 200 columnas que escribo para el diario LA VOZ, en una andadura que inicié hace ya cuatro años, paralela por tanto a la vida de la ciudad, así como a la de este propio diario.

Comprenderán que ambas efemérides marcaban el contenido de estas líneas pues, si con motivo de la semana festiva que hoy finaliza, había previsto analizar determinados hábitos de los jerezanos observados durante esta semana; debido a los dos centenares de columnas que acumulo sobre mis espaldas, tampoco había descartado la idea de analizar la historia narrada en estas doscientas semanas, algunas de ellas realmente apasionantes.

Sin embargo, cualquier atisbo de nostalgia o de análisis festivo quiebra ante la actualidad y, en la de nuestra recién terminada Semana Santa, la misma se ha polarizado en torno a dos grandes temas, estaciones penitenciales al margen.

De un lado, el cese voluntario del Jefe del gabinete de Alcaldía, a la sazón marido de la Alcaldesa, quien desde el pasado Jueves Santo ha vuelto a sus funciones como miembro de la Policía Local. De otro, el propio conflicto que protagonizan sus compañeros, los policías locales, quienes han ideado una huelga a la japonesa, cuyos frutos más visibles se han traducido en la casi total ausencia de vehículos mal aparcados en las calles y aceras de nuestra ciudad, ante la implacable actuación del boletín de denuncias.

Si me permiten mi opinión, respecto al primero de los asuntos ninguna duda albergo y, en ello, coincido con la oposición en el Ayuntamiento, de que dicho cese poco tiene de voluntario y responde al intento de nuestra primera edil por lavar su imagen (las elecciones locales se acercan rápidamente), aunque sea a costa de que su marido abandone el importante cargo que ocupaba. Igualmente, coincido en que el cese llega demasiado tarde.

Aún recuerdo como hace meses, la diputada nacional del partido socialista, Mamen Sánchez, anunciaba que si ella fuera elegida Alcaldesa, al día siguiente su pareja abandonaría el Ayuntamiento de Jerez. Esta teoría, no sólo no ha sido puesta en práctica por Doña Pilar sino que, por el contrario, optó por un guión al más puro estilo de Hollywood, en el que se incluía enamoramiento del guardaespaldas, nombramiento al frente de Alcaldía como Jefe de Gabinete con un salario anual al alcance de pocos mortales y, por si fuera poco, posterior matrimonio que ratificaba el error cometido en todo este sainete.

Respecto al conflicto policial, qué puedo decir. Resulta triste que el método que se le ocurre a los policías locales para presionar una negociación pase por dañar directamente al ciudadano, máxime si justifican dicha acción en que están cumpliendo la ley. Es cierto que todo el año está prohibido aparcar en el centro de la Avenida. También es cierto que siempre se ha hecho la vista gorda en Semana Santa o Feria. Por tanto, ante la novedosa actitud de este 2010, entiendo que los años anteriores nuestros agentes de la autoridad han permitido que en Jerez se incumpla sistemáticamente la ley, algo que en derecho simple y llanamente se llama prevaricación.

Habrá que esperar a feria para ver si la policía local encargada de regular la circulación por la Avenida, es igual de legalista a la hora de vetar el paso a familiares, amiguetes y conocidos que, impunemente, aparcan sus vehículos en zonas reservadas aledañas al parque. Así los agentes también podrán cumplir la legalidad, aunque esta vez lo sea a costa de sus propios allegados.

Así que aquí me tienen, con 200 columnas sobre mis espaldas que hoy esperaba resumir, pero con una ciudad y una clase política empeñada en que cada domingo no pueda resistirme a hablar sobre ella, aun a costa de no poder narrar mis propias vivencias.