Desanimado
Actualizado: GuardarEse es mi estado de ánimo cadista. Nunca, hasta ahora, había tenido esta sensación de que está todo el pescado vendido ya. Ni siquiera en la temporada del descenso tan traumático en Alicante frente al Hércules me encontraba así, ahí. Era optimista y confiaba en la victoria en el Rico Pérez. Quizás, el palo que me llevé en aquella ocasión hace que lo vea bastante negro y en el horizonte sólo veo Esteponas, Roquetas o Lucenas. Bueno, por eso y también porque la imagen que ofrece el equipo me hace ser el primer incrédulo cadista. Aunque queden puntos por delante, partidos suficientes para alcanzar la puntuación mínima exigible para permanecer un año más en esta categoría, y encima sea con rivales directos, por lo que dependemos de nosotros mismos, pese a todo eso, lo sigo viendo todo muy negro.
Sé que esta columna está en las antípodas de ser un manifiesto o una llamada al optimismo, lo siento, no me sale. Pero por otra parte, tampoco es mi misión insuflar ánimos a la sufrida afición cadista, esa es misión de los jugadores y del cuadro técnico. Ellos son los que deben, con su juego y con victorias, hacer que, yo por ejemplo, cambie mi estado de ánimo. Creía conocerme y pensaba que el optimista por naturaleza que llevo dentro iría haciendo acto de presencia poco a poco a medida que avanzara la semana. Pero no es así, sigo con la misma sensación que cuando terminó el partido en el Stadium Gal, esto es, que la empresa me parece harto complicada. Lo malo es que muchos cadistas piensan como yo, así que no podemos animarnos unos a otros, sólo nos queda lamernos las heridas mutuamente. Las heridas que este Cádiz nos está haciendo domingo tras domingo, hasta que una de esas heridas en forma de derrota o de empate miserable sea la estocada definitiva. Sólo nos queda esperar el milagro, ese milagro al que tanto estamos acostumbrados en otras temporadas, pero incluso eso me parece una quimera actualmente, y es que este Cádiz se ha vuelto hasta ateo y no cree en los milagros. Y punto.