LA CRÓNICA

Las calles de Jerez vivieron un brillante Martes Santo

Las cuatro cofradías ofrecieron una gran jornada que dejó imágenes impactantes, sonidos espectaculares y grandes dosis de emoción

Jerez Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Felizmente anoche no se repitió la incertidumbre que dejó la lluvia el pasado Lunes Santo y por ello las cuatro cofradías que ayer recorrieron las calles de Jerez lo hicieron como se esperaba, con elegancia y orden, sin prisas porque esta vez el tiempo respetó a la Semana Santa en una jornada muy esperada por los miles de devotos que siguen a La Clemencia, Los Judíos, el Cristo del Amor y la Defensión. El recorrido por las calles jerezanas resultó espectacular para todos los que quisieron disfrutar de un día mágico en el que brilló por encima de todos la imagen de Nuestro Padre Señor de las Penas, especialmente a su salida de San Mateo.

La Clemencia Madurez

Cuando la Clemencia llegó por primera vez a la Carrera Oficial, muchos eran los que decían que la Semana Santa de Jerez había crecido demasiado. La tachaban de inabarcable, de exagerada. En el fondo subyacía una duda sobre la idoneidad de las cofradías en las parroquias periféricas, del trabajo real de evangelización que deberían llevar a cabo las nuevas corfadías con las nuevas parroquias. Lo que se estaba planteando en realidad era si estos cofrades nuevos estaban realmente preparados para el compromiso que se les iba a pedir.

Hoy, cuando todo el mundo habla del Soberano Poder como ejemplo de este tipo de cofradías, conviene recordar que fue la Clemencia la que hizo lo más dificil; abrir la puerta, ser la primera, inventarse nuevas fórmulas. Recurrir a artesanos prometedores pero inexpertos, completar juegos de insignias a veces con más imaginación que dinero, tener un compromiso serio con el barrio pese a que su vocación real era ir a la Catedral, aceptar condiciones inauditas para ser cofradía para ver realizados los sueños de centenares de hermanos que lo único que pedían era poder manifestar públicamente su fe como lo hacían otros ya.

Tan fácil, y tan difícil a la vez. Todo eso consiguieron los hermanos de la Clemencia. Por eso, cuando un Martes Santo más ha llegado la cruz de guía de la corporación a la Carrera Oficial, todavía está fresca en la memoria aquella primera vez para la que tuvieron que esperar tanto tiempo. Está fresco el Vía Crucis de la Unión de Hermandades, aquel que cambió el concepto de lo que debería ser la implicación de una hermandad en este tipo de eventos y que este año ha visto de nuevo culminado con la participación de la hermandad de las Tres Caídas. Tenemos guardado en la memoria los Vía Crucis por su barrio, las salidas sin bandas de música. Pero sobre todo, tenemos más que presentes los aplausos que decidieron en una Magna de grato recuerdo la salida procesional de la cofradía. Fue por aclamación popular, y así se mantiene hasta hoy.

Porque ahora que los aires no vienen tan de cara, ahora que la novedad ha pasado, ahora que los focos mediáticos apuntan hacia otros barrios, la hermandad de San Benito sigue haciendo las cosas con el mismo gusto e ilusión que cuando empezó. Bien es cierto que se han quedado algo estancados de cortejo, aunque hay que sumar la importante cantidad de hermanos que sacan al Señor de la Clemencia con su costal. Pero los que salen componen un cortejo nutrido y perfectamente organizado, un ejemplo de cómo debe discurrir una cofradía en la calle, y tiene mérito para una cofradía a la que pegaría mucho más la capa por hábito nazareno.

Y sobre todo, ahora que parece que nada es favorable, está Eduardo Biedma con su gente. Y la banda de los Gitanos. Dos elementos indispensables para comprender lo que ofrece la hermandad de la Clemencia cada Martes Santo. Dos componentes que se deberían valorar en su justa medida, porque lo que ofrecieron ayer a Jerez y mucho, y todo bueno. Aires elegantes, frente a mucho cambio en otras cofradías que nada más que pegan bandazos en el estilo. El Señor siempre de frente, haga lo que haga la música, y unas levantás de primera división para una cuadrilla que se ha convertido en un referente en la ciudad, y que sabe jugar con la presión que eso supone. Y sobre todo, que sabe aprovechar los sones musicales de una de las mejores agrupaciones que se pasean por Jerez, la de los Gitanos.

Una cofradía de las de siempre, con menos de quince años de antigüedad. Uno de los milagros que ofrece Jerez a sus cofrades, y que se pudo disfrutar ayer cuando la hermandad de la Clemencia hizo su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.

Los Judíos Tradición

Una fila interminable de capirotes rojos inunda la plaza San Mateo. El reloj marca algo menos de las cinco y media de la tarde. Una cruz de guía en oro con reflejos de cristales se abre paso con dificultades entre la marea de devotos que alcanza hasta la plaza del Mercado. El bullicio, el gentío, incontrolable, espera con impaciencia que los sones de las trompetas anuncien la llegada de Nuestro Padre y Señor de las Penas, en el maravilloso paso de misterio que tallara Manuel Guzmán Bejarano. Pero los cirios, las varas, las presidencias no dejan avanzar a una cofradía que, inagotable, muestra orgullosa la pertenencia de sus hermanos a las filas de nazarenos, y su claro compromiso con el cortejo más representativo de nuestra Semana Santa.

Es el Martes Santo el día de los Judíos, porque grande es la cofradía. Impactante, el paso de misterio se hace presente en la plaza de San Mateo, y desde que flanquea el azulejo que hay justo al lado del dintel de la centenaria iglesia, las saetas rompen la tarde como una oración desgarrada al Señor de las Penas. Esta constante se repite durante todo el recorrido de una hermandad sabedora de su patrimonio, de su historia, de su tradición. De su grandeza reflejada en la espalda del Señor de las Penas, única en la Semana Santa, clara como el agua, espejo donde contemplar sin filtros la pasión, el tormento del que tan sólo vino a salvarnos.

Perfectamente restaurado por Agustín Pina, la imagen ha ganado en brillantez, en rotundidad de matices, en el brillo de la encarnadura. La mirada, perdida en el cielo, busca un alivio para las duquelas del Redentor, sabedor de que todavía no ha bebido lo más amargo de su cáliz. Todo eso lo intuye, lo sabe San Mateo, que tiene en la cofradía de los Judíos la perfecta estampa pasionaria de Nuestro Señor Jesucristo.

Coqueto, elegante, una vez que las saetas se apagan como la luz de un cirio, el paso se deja llevar por los costeros y los cambios mandados por la gente de abajo, gente anónima que deja su sudor y su esfuerzo para engrandecer la devoción del Señor de las Penas, que avanza entre el gentío buscando la plaza del Mercado mientras unos ciriales asoman abriéndose paso entre los nazarenos que colapsan San Mateo. Es la mejor advertencia de que hay que estar atentos al paso de palio de la cofradía, que una vez más luce radiante, como viene haciendo desde hace décadas en el último lugar del Martes Santo.

Con unos bordados de Rodríguez Ojeda de impresión, y una orfebrería en plata de ley, obra de Gabella, el del Desconsuelo pasa por ser uno de los palios más completos de la Semana Santa jerezana. Y ayer, la cofradía que preside Angel Bocarando lo lució en plenitud, antes de que el bordador sevillano José Ramón Paleteiro se lleve el manto para restaurarlo en su taller, tras años de intentos fallidos por parte de la Junta de Gobierno que presidía por aquel entonces Santiago Zurita.

Pero entre tanta belleza, acompañada por un eterno San Juan, envidia sana del resto de cofradías, Nuestra Señora del Desconsuelo lució anoche como una más de las estrellas que adornaban el cielo de Jerez. Con un tocado impecable, y con el barroco rompiéndole la encarnadura, el Desconsuelo confirmó anoche que es una de las más importantes dolorosas conocidas. Y pese a los parones habituales de la cofradía en la recogía, pese a la estrechez de la calle Cabezas, pese a las interminables saetas que rasgaron la noche del Martes Santo, pese a la desbandada habitual de los niños de la cofradía. Pese a todo ello, la hermandad de los Judíos volvió a demostrar anoche la categoría que atesora cuando se recogió en San Mateo, bien entrada la madrugada del Miércoles Santo.

Cristo del Amor Orgullo

Salió el Cristo del Amor envuelto en aromas de incienso, y con él salió todo lo que significa la evolución de las cofradías. Porque la del Cristo del Amor es una de esas corporaciones que han sabido reinventarse a si mismas, con las consignas bien claras, con las ideas frescas, y con la continuidad por bandera incluso cuando ha habido cambios en su Junta de Gobierno. Salió ayer la cofradía del Cristo del Amor a la calle, y lo hizo con el orgullo de quien ha sabido adaptarse a los tiempos sin mayores complicaciones que las que ellos mismos se han querido poner.

Y sin embargo, pasan los años, pasan las salidas procesionales, y la cofradía no consigue poner remedio a su principal problema. La mirada de la Virgen de los Remedios sigue escondida en un paso de misterio precioso, pero que no permite que luzca la belleza de la dolorosa con toda su intensidad. Tiene demasiada categoría nuestra Señora de los Remedios como para no pasearse por la ciudad envuelta en un precioso paso de palio de cortes antiguos, románticos. Demasiada potencia para perderla en mitad de un misterio. Tiene suficiente empaque como para que la hermandad se proponga regalarle, y en breve, el mejor palio que se pueda hacer en la actualidad.

Quizá ese sea el problema, que la hermandad sabe perfectamente lo que tiene entre manos. Esa mirada no la puede encerrar un paso de palio cualquiera. Y lo bueno, siempre es caro. Por eso la cofradía ha decidido ir completando la cofradía, terminando los pasos del Cristo del Amor primero, y del Cautivo después, para acometer con tranquilidad y con seguridad el paso de palio para los Remedios. Eso es lo que vimos ayer en la calle cuando pasó la cofradía del Amor por nuestra vera. Una hermandad resuelta con su historia, satisfecha de si misma, sabedora de que lo que ha hecho en los últimos años es bueno, muy bueno.

Porque el paso de misterio del Cristo del Amor es ciertamente espectacular. Y el del Cautivo, que pronto comenzará a dorarse, no le va a la zaga. Pero es que la cofradía ha entendido también que cuidar el cortejo debe ser la base para que la hermandad crezca cada Martes Santo, y con esa consigna trabaja desde hace años. Y ahora, en tiempos de crisis, en los momentos de necesidad, ha sido de las pocas corporaciones que ha aguantado el tirón, y que mantiene un considerable número de nazarenos en sus filas. Y si a eso le unimos que además los lleva perfectamente ordenador, juntos siempre incluso en las calles anchas, sin complejos. Pues tenemos por resultado una cofradía absolutamente embriagadora.

Y capítulo aparte merece la apuesta musical que desde hace años hace la cofradía. Cuando dentro de unos años se analice la mejoría, la preocupación de las hermandades por conseguir un acompañamiento musical digno para sus estaciones de penitencia, habrá que volver la vista atrás, y poner al Cristo del Amor como ejemplo de superación y de valentía cuando se trajo a la Banda del Sol, o ahora que trae a la juvenil de Triana. Habrá que ponerlos al mismo nivel que al palio de la Coronación, con su apuesta cara y arriesgada de traer la Cruz Roja, o el Carmen de Salteras. Porque lo de ayer en la calle Francos con la juvenil de Triana acompañando al paso de misterio del Cristo del Amor cuando la cofradía iba de recogía para su casa fue absolutamente espectacular. Difícil de resumir con palabras. Sobrecogedor a veces, impactante siempre. Sin duda, uno de los momentos de lo que llevamos de la Semana Santa del año 2010.

La Defensión Grandes detalles

Cuando la cofradía de la Defensión se fundó hace ahora poco más de cincuenta años, pocos podían imaginar que iba a tener el estilo que tiene en la actualidad. Una cuidada puesta en escena para todos los actos que realiza durante el año, amparados siempre en la imponente talle del crucificado de Esteve y Bonet, el Santísimo Cristo de la Defensión, que llega a su punto álgido cuando la cruz de guía de la corporación se planta en el boulevard de la avenida, y se conoce en amplitud la calidad de los tesoros que pone cada Martes Santo la hermandad de la Defensión.

Ayer tuvimos además la oportunidad de disfrutar del maravilloso paso de misterio de la corporación, que han ido terminando con tesón y esmero, consiguiendo en la actualidad tener un patrimonio de valor incalculable gracias a la calidad de artistas como Antonio Martín o Jesús Domínguez. Con el acabado en caoba, y el resto de la orfebrería en plata de ley, la singularidad de las andas de este crucificado la convierten en una de las joyas de nuestra Semana Santa, quizá no todo lo reconocida que debiera. Al igual que su cuadrilla de costaleros, que de la mano de Francisco Franco han conseguido demostrar que es posible la seriedad acompañada de un buen acompañamiento musical, con un repertorio selecto de las marchas más clásicas que ofrece el mercado, que no hacen sino resaltar la belleza del crucificado que lucía radiante sobre su monte de iris morado.

Antes, un cada vez más nutrido cortejo de nazarenos acompañaba a los pasos de la cofradía. Durante años, la hermandad de la Defensión ha lucido uno de los cortejos más cortos de nuestra Semana Santa, y si bien no han conseguido mejorar en este aspecto todo lo que sería del agrado de la Junta de Gobierno, ayer se pudo volver a comprobar el perfecto trabajo que se realiza desde la diputación mayor de gobierno de la hermandad. Los nazarenos, perfectamente alineados durante todo el recorrido, con la distancia justa entre ellos, mostraban con orgullo su pertenencia a la cofradía del ruán morado, y daban prestancia a un cortejo que año tras año demuestra que es mucho más importante la calidad que la cantidad en el mundo de las cofradías.

Y para el final, el gran sueño de la cofradía. Lo que han ido dejando para poder aforntarlo con las garantías que exige el resto del patrimonio que expone la cofradía. No puede tener un palio cualquiera Nuestra Señora de la O, porque Ella no es una dolorosa cualquiera. Con la belleza de las imágenes que salen de las gubias de Álvarez Duarte, los ojos de la O buscan en el horizonte la espalda de su hijo, envueltos en la luz de una candelería siempre encendida. Los que ayer se acercaron a cualquier parte del recorrido pudieron además comprobar que Manuel Jesús Elena, el capataz de la O, no es una promesa, sino toda una realidad de la Semana Santa jerezana. Su cuadrilla ejecuta los movimientos propios de la costalería con una facilidad pasmosa, elevando el movimiento de levantar el paso a la categoría del arte. Perfectas, armoniosas, las levantás de la O explican el significado de la famosa frase de mando, al cielo con Ella. Al cielo, sí, con violencia. Pero recogiéndola con la suavidad y serenidad de quien recoge un sueño, un regalo que le cae del cielo. Sin miedo, sin arrugarse, porque lo que cae es la Madre de Dios.

Y a esa no se la puede engañar. Y mucho menos, si tiene la mirada que posee la Virgen de la O, y está encuadrada en la cofradía de la Defensión, un lujo que cada Martes Santo llena de color nazareno la principal arteria de la ciudad, que se queda pequeña para ver al Santísimo Cristo de la Defensión y a su bendita Madre.