:: MIKEL CASAL
ESPAÑA

El Dios caído

Jaume Matas Ex presidente de Baleares

MADRID. Actualizado: Guardar
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La frase preferida de Jaume Matas cuando presidió el Gobierno balear era «hágase». La empleaba con frecuencia para manifestar su inquebrantable voluntad a la hora de tomar decisiones. De ahí que no sorprenda tanto que el juez la mencione ahora como expresión de «divinidad» en el auto que aventura su virtual procesamiento, y que pone el broche a una carrera política marcada por su irrefrenable ambición personal.

Matas (Palma de Mallorca, 1956), inspector de Hacienda y amigo íntimo de Eduardo Zaplana, es hoy una suerte de dios caído, de virrey destronado que se labró una imagen de tipo competente en la dirección nacional del PP durante los siete años que capitaneó la nave del 'Govern'. Desde el Consulado del Mar, un antiguo mercado medieval donde antiguamente se practicó el trueque, promovió un 'lifting' a la fisonomía de las islas a base de ladrillo. Un 'cambio radical' que acabaría por tejer una tupida red de favores que le ha acabado por explotar en las manos.

Lo hizo durante dos legislaturas (1996-1999 y 2003-2007) y entre medias fue fichado por Aznar para dirigir la cartera de Medio Ambiente, donde asistió impertérrito a la catástrofe del 'Prestige'. Pese a todo, regresó a Baleares para devolver al PP la mayoría absoluta en 2003.

Su compromiso con los ciudadanos era turismo, construcción y 'tolerancia cero' contra la corrupción. Promesa esta última que pronto se quedó en papel mojado. Durante esta legislatura promovió el velódromo 'Palma Arena', reformó el Estatuto de Baleares y creó la televisión autonómica de las islas. Pese a los escándalos que empezaron a mancillar su gobierno, todo iba miel sobre hojuelas. Su yate era lugar habitual de esparcimiento de los líderes del partido en Madrid.

Se presentó a las autonómicas de 2007 y se quedó a las puertas de la mayoría absoluta. Achacó su precipitada despedida al «cansancio, la frustración y la familia». Ni Rajoy le pudo convencer. Se fue a Washington, lejos del mundanal ruido, hasta que la Justicia llamó a su puerta.