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LA SOLEDAD DEL ANDAMIO

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No se sabe en qué comarca residen los acuerdos políticos. Parece que está distante porque siempre que se reúnen sus eventuales líderes nos informan, después de consumir mucha agua mineral de las más acreditadas cosechas, que «el acuerdo está muy lejos». En esta última ocasión es especialmente lamentable, ya que 54 medidas «urgentes» propuestas aspiraban a crear empleo inmediato en la construcción. Mientras no veamos grúas por todas partes, incluso por los campos de soledad y los mustios collados que eran el hipódromo de los lagartos, seguirá la maldita crisis. Llevábamos mucho tiempo viviendo del ladrillo y, en su defecto, de los discursos pesadísimos de nuestros prometedores políticos, pero queda muy poca gente que asista a los mítines y casi ninguna que trabaje en los andamios.

«Un albañil se cae del andamio y ya no almuerza», dijo César Vallejo, con su voz de niño reprendido. Ahora hay menos accidentes laborales en el gremio de la construcción, gracias a que hay muy pocos que trabajen en eso. Se han apuntado al paro y ya no dejan de almorzar cuando se caen del armazón de vigas y tablones, sino a causa del subsidio, que no deja de ser un accidente laboral. ¿Por qué ha sido imposible aprobar las medidas? Se habla de la debilidad parlamentaria del Ejecutivo socialista, pero a los gobernantes hay que dejarles que gobiernen y sustituirles después, si a la mayoría no les gusta lo que han hecho. Es el único sistema que se ha descubierto para impedir que mande el toro más fuerte de la manada. La Iglesia católica, que no es democrática, aguanta mejor las críticas. Benedicto XVI le llama «murmuraciones y habladurías» a lo que es un clamor contra la indignidad y la desvergüenza de los clérigos pederastas. A ciertas edades todos andamos mal de oído.