El paso restaurado de la Cena lució ayer en todo su esplendor entre una considerable expectación. :: JUAN CARLOS CORCHADO
LA CRÓNICA

La lluvia estropeó un esplendoroso Lunes Santo

La Cena pudo acabar su itinerario en una jornada marcada por el agua, que provocó bastantes problemas a las cuatro cofradías jerezanas

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La climatología tuvo en vilo a las cuatro cofradías jerezanas a lo largo de toda la tarde y la noche de ayer, pues las precipitaciones que cayeron al mediodía y especialmente a primera hora de la tarde pusieron en jaque a los cofrades jerezanos, que finalmente optaron por tomar la salida aunque con cierto retraso respecto a la hora programada. Sin embargo, al cierre de esta edición sólo la Cena había podido concluir el recorrido, mientras que la Candelaria, Amor y Sacrificio y la Viga debieron refugiarse en la Santa Catedral porque las lluvias volvieron a aparecer una vez entrada la noche y las hermandades no tenían decidido si salir o no.

La Cena (Sutileza)

Si hay una cuadrilla que abarque todo, que enmascare todo, que asuma todo el peso de una cofradía en nuestra ciudad, esa sin duda es la de la Cena. No se podría entender la hermandad de la Cena desvinculándola de sus costaleros, de los hombres que consiguen año tras año el milagro del paso de misterio. Así lo hicieron el año pasado, cuando renunciaron a sus cambios ya tradicionales con las marchas para andar siempre de frente, siempre cortito, compartiendo la pena del Señor del Cáliz por no tener invitados a su mesa, por no tener un buen Castillo donde poder celebrar la institución de la Eucaristía.

Este año regresaban sus doce apóstoles, porque regresaba el Castillo. Brillantemente restaurado por la empresa Ressur, la cofradía fue valiente y se lanzó a la calle desafiando el riesgo de lluvia que persistía, y esa decisión nos permitió de nuevo contemplar la sutileza de los costaleros de Martín, que literalmente durmieron al Señor de la sagrada Cena con sus andares toreros, aunque una hora más tarde respecto al programado inicialmente. La banda, espectacular, insuperable como siempre, se afanó durante el recorrido en demostrar que hoy en día está en el primer escalafón de las agrupaciones musicales que se pueden contratar en la Semana Santa, y mostró lo mejor su de repertorio, demostrando una comunión inequívoca entre cuadrilla y formación musical que ahora mismo es uno de los mayores tesoros de la Semana Santa de Jerez.

Y si bien anduvo el paso de misterio, la sorpresa vino de la mano de Miguel Jaén en el paso de palio. Sorpresa esperada, porque todos saben ya en la ciudad de la categoría de este joven capataz. El paso de palio anduvo fino, elegante siempre, coqueto. Una nueva manera de demostrar que en la Cena no hay dos cuadrillas, sino una única, la de la hermandad. Una brillante manera de hacer ver que la unión es posible, y que no hay más distancias que las que se quiera imponer uno mismo. En su precioso palio de plata de ley, María Santísima de la Paz y Concordía elevó la categoría de los pasos de palio que andan de frente, como hiciera en la jornada del Domingo de Ramos la Estrella.

Y pese a que parezca lo contrario, no todo en la Cena son sus costaleros. El cortejo, ruidoso, divertido, alegre, con sus capas rojas y su eterna paciencia, soportó de manera heroica el hervidero de fieles que se concentraron, principalmente, desde Carpintería Baja hasta la recogía de la cofradía que se produjo de forma accidentada al volver a a parecer la lluvia. Al final el mistero desembarcó en su templo pasadas las once y media de la noche y la Paz aceleraba su paso al cierre de esta edición. Una prueba más de que la penitencia se puede llevar de muchas maneras, y de que todas tienen cabida en una Semana Santa plural y sin complejos.

Todo eso demostró anoche la hermandad de la Cena. Eso, y que tiene la mirada más dulce de la Semana Santa jerezana. La que Dios puso cuando se entregó por entero y para siempre. La que debió poner Jesús cuando se reunión con sus doce amigos a cenar. La que tiene el Señor de la Sagrada Cena.

Candelaria (Cofradía de barrio)

Cuando la Candelaria enseñó su Cruz de Guía al barrio de la Plata, un murmullo recorrió inconsciente las gargantas de los que se habían acercado hasta la parroquia para ver la salida de la cofradía. Centenares, miles de personas, esperan cada año ese momento, el instante en el que la cofradía de sus amores, la de la Mujer Verónica, la de los romanos con plumas negras, la que enseña a Pasión Vega disfrazada entre las imágenes secundarias de su misterio, se pone en marcha para llegar hasta la Santa Iglesia Catedral.

Y ese momento se vivió ayer con una intensidad especial. El tiempo no respetó su salida y los hermanos miraron al cielo rezando para que la intermitente lluvia cesara. Una hora se dieron de plazo para iniciar la procesión y finalmente hubo fumata blanca. La hermandad que preside David Calvo sopesó la situación y puso todo lo demás sobre las calles jerezanas. Todos los ingredientes que se deben citar para considerar una cofradía como de barrio se dieron ayer cuando la hermandad buscaba el encuentro con su feligresía, en una nueva demostración de que las cofradías parroquiales tienen si cabe un sentido, una profundidad mayor que las que viven apartadas durante el año de sus devotos. Era la fiesta de la Iglesia local y todos los estamentos parroquiales se volcaron con la salida procesional de la Candelaria.

Es Lunes Santo, y es el día de la Candelaria, de su precioso paso de palio, de su remozado misterio. Es el día de los cortejos interminables, de las bandas sonando atronadoras tras los pasos de la cofradía, de los cambios elegantes en los mandos de los costaleros, de las caídas besando los varales. Es el día que la Candelaria y su barrio esperan cada año con ansiedad, y la hermandad lo disfrutó ayer con plenitud. Lejos queda ya la solitaria estampa del Señor de las Misericordias acompañado únicamente por la Mujer Verónica. La cofradía pone ahora en la calle uno de los misterios más vistosos de cuantos procesionan en la ciudad, pese a las reducidas dimensiones de su canastilla. Señal inequívoca de que la hermandad lleva años trabajando en el buen sentido, y que le ha valido la invitación para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud que tendrán lugar en la Archidiócesis de Madrid el año que viene.

El cortejo, numeroso, siempre arropado, apenas si se descompuso en algunos momentos donde la cofradía se expandía debido a las dimensiones de las calles por donde pasa la cofradía. Es la Candelaria una hermandad a la que no asustan los grandes espacios, una de las pocas que no busca constantemente la estrechez de los balcones, aunque cuando los encuentra, los supera con una facilidad asombrosa, como es el caso de la calle Tornería. Esa amplitud en el recorrido permite ver a la cofradía sin agobios, sin aglomeraciones, incluso siendo una de las cofradías que más acompañamiento lleva durante su recorrido.

Y ese acompañamiento se vuelca, sobre todo y por encima de todo, con Ella, con la Reina de la Plata, que ayer lucía valiente en su coqueto paso de palio. Con un capataz de solera en el martillo de la dolorosa, José Luis Erdozain, los andares de esta imagen son ya míticos en la Semana Santa jerezana, debido a su gracia y donaire. Altanera, elegante, sin estridencias, pero desprendiendo un aroma a barrio, a fe y devoción, que si la hermandad lo aprovechara bien podría valer en un futuro una coronación canónica. Porque el fervor de su pueblo lo tiene la Candelaria.

La Viga (Elegancia)

La hermandad de la Viga demostró anoche, una vez más, por qué es una de las hermandades más singulares de nuestra Semana Santa. Cofradía catedralicia, hace honor a su adjetivo en todos los elementos que componen su cortejo, y en la categoría que persigue a la hora de realizar su estación de penitencia. Con uno de los recorridos más cortos debido a la ubicación de su sede canónica, la hermandad de la viga supo demostrar ayer su elegancia desde que la cruz de Guía asomó por la puerta principal de la Catedral donde quedó refugiada por la lluvia.

Pese a que este año se cumplen 400 años de copatronazgo de la Virgen del Socorro sobre la ciudad, el Cristo de la Viga demostró una vez más que cuando sale a la calle atrae todos los focos de atención. No en vano, es la imagen más antigua que procesiona no sólo en Jerez, sino en toda Andalucía, aunque apenas se note el paso de los años por su encarnadura debido a la reciente restauración a la que fue sometida la imagen. Sin embargo, sus formas y estilo, su iconografía, no responde a los cánones barrocos que imperan en la Semana Santa de Andalucía, y es esa singularidad la que dota de personalidad a la hermandad. Desde hace unos años, la cofradía que preside José Antonio Valenzuela, recientemente reelegido como hermano mayor de la corporación, decidió con buen criterio cambiar el monte de claveles que adornaba el antiguo paso del Santo Crucifijo para ponerle un monte de piedras y cardos, más acorde con lo que debío ser el Gólgota sobre el que fue clavada la cruz de Jesucristo.

Amor y Sacrificio (Contrastes)

Ascetismo, piedad, fe, devoción. Silencio. Sale la hermandad de Amor y Sacrificio de su templo de Madre de Dios, y con ella ha salido a la calle una de las corporaciones más singulares de nuestra ciudad. Es el Lunes Santo un día de contrastes, sin duda, pero el mayor de todos ellos lo aporta a la Semana Santa jerezana la hermandad que actualmente preside Gabriel Benítez. Envuelta entre las oraciones del pueblo, la dolorosa nos recuerda que Castilla tiene sitio en Andalucía, ya que su presencia nos evoca otros paisajes, otras maneras diferentes de hacer las cosas a la que estamos acostumbrados.

Pero el pueblo jerezano, sabio, le dio ayer el sitio que le corresponde a la hermandad de Amor y Sacrificio. Desde primeras horas de la tarde, la multitud se arremolinaba en la Plazuela, cerca del monumento a la Paquera, esperando que las puertas del templo se abrieran. El mal tiempo mantuvo en vilo a los hermanos de Amor y Sacrificio pero después de sopesar la situación, decidieron tomar la salida aunque con cierto retraso. La cruz de guía rompió el dintel de la parroquia de Madre de Dios, y tras ella se asomó el sorprendente cortejo de nazareno de la cofradía. Y es sorprendente por los dos valores más importantes que puede atesorar un elemento de una asociación pública de fieles, la cantidad y la calidad. Ambas variables pasan con alta nota el examen en la cofradía del Lunes Santo. Las filas, interminables, con rosarios colgando de sus muñecas como un elemento más de su túnica, dan un fiel ejemplo de lo que debería ser una estación de penitencia. Es una oportunidad única de pasar unas horas con uno mismo, sin posibilidad de que te molesten, de que te reconozcan incluso. Horas de meditación personal, de penitencia y arrepentimiento por todo aquello que sabemos que no hemos estado a la altura. Horas de encontrarse con uno mismo en el silencio del capirote.

Cuando la cofradía avanzó por la calle Higueras fue cuando Nuestra Señora del Amor y Sacrificio lució con toda su autoridad. La autoridad que tiene por ser una de las dolorosas con más devoción de nuestra ciudad, y así se puede confirmar en el numeroso acompañamiento que lleva tras su negro manto cada tarde del Lunes Santo. No hay cornetas, no hay tambores. No hay costeros ni izquierdos. Por no haber, no hay siquiera costaleros. Solo está Ella, y a Ella es a quien buscan sin descanso los fieles que se arremolinan tras su estela.

Y es en Higueras donde la encontraron. Igual que el día anterior el encuentro es con la Virgen de las Angustias. Calle de cofradías de negro, de cofradías serias, de cofradías de las de siempre, las que desprenden aroma a fe y devoción por encima de otras consideraciones. En el recogimiento de las calle Higueras se pudo escuchar el rezo de los nazarenos, el esfuerzo de los cargadores. También las lágrimas de quien, desde la acera, suplica quién sabe qué. Igual un familiar enfermo, quizá un amigo con la lacra del paro sobre sus hombros. Quizá un matrimonio destrozado. Toda esa súplica, concentrada en unas lágrimas desde la acera donde puede reflejarse la cara de la Señora del Amor y Sacrificio.

Y aunque la cofradía no varió su actitud durante todo el recorrido, ese milagro no volvió a producirse durante todo el recorrido. El milagro de esa calle es único cada Lunes Santo cuando por ahí pasa la dolorosa de Madre de Dios, pero el ejemplo que dan los cofrades de Amor y Sacrificio bien harían los cofrades en respetarlo y degustarlo. Se hace estación de penitencia para uno mismo, buscando un beneficio espiritual personal. Se hace estación de penitencia por un amor desmedido hacia la imagen titular de la cofradía. El que tienen los hermanos de Amor y Sacrificio.