MAR DE LEVA

Comisario Arturo

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Es muy posible que no sea el mayor experto en esto del Doce, pero está también claro que es el más mediático. Don Arturo Pérez-Reverte, tela. Por si no teníamos otros motivos por los que tirarnos los trastos a la cabeza, ahora hay otro más. Tienen razón, por un lado, los que lo defienden a capa y espada. Y tienen razón los que dicen que nos va a salir por un pico la asesoría del académico. Sobre todo, añado yo, cuando estamos en tiempos de apretarse el cinturón, o eso nos dicen quienes nos lo aprietan.

Que Pérez-Reverte sabe un huevo del Cádiz de Las Cortes, del siglo diecinueve que llamó a la puerta, de barcos, trafalgares y demás es de cajón. Que hay muchos buenos catedráticos que seguro que le dan mil vueltas en esos temas, alguno de los cuales es reconocido en los agradecimientos de su libro superventas, también. A mí, sinceramente, me parece buena idea lo del nombramiento (yo pensaba, pero soy un ingenuo, que iba a ser pregonero del Carnaval del 12, fíjense ustedes), lo que no me hace tanta gracia es la pasta que cuesta.

Y lo que me hace menos gracia es la sensación de improvisación en toda esta historia del Doce. Porque hay un Consorcio, una Oficina, un Ayuntamiento, una Diputación que tendrían que tenerlo ya todo muy claro, cuando faltan ya menos de dos años para que nos llueva a cántaros como llovió aquel día, y de pronto nuestro ayuntamiento se nos saca de la manga la magna exposición con don Arturo como comisario. Que puede ser una cosa muy chula, pero huele a oportunismo. Porque su último novelón de setecientas páginas le habrá supuesto unos dos años entre documentación y redacción, tirando muy por bajo.

Y lo que parece es que, visto su indudable tirón mediático, y cómo arrasa el libro, a nuestros santos próceres se les ha ocurrido de golpe y porrazo ponerle en bandeja el cargo. Espías tendrían que haber tenido, como el taxidermista de la novela, que les hubieran anunciado con tiempo en qué trabajaba nuestro autor, y cómo se podría haber sumado ese esfuerzo a los fastos del Doce. Y haberlo hablado entre todos. Antes.

Con las bombas que nos tiramos los gaditanos.