EMPORIO DEL ORBE

AIRES DE FIESTA

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De nuevo viernes de Dolores, antesala de la Semana Santa. Todo apunta a que la lluvia no hará presencia y nos dejará bajar a la playa, con menos arena, eso sí. Quizá sea el momento de plantearnos, todos, verla con otros ojos, y enseñar a hacerlo a quien nos visita, a fin de evitar tanto gasto público en continuas regeneraciones. Parece como si desde el pasado fin de semana nos estuviésemos preparando para estas mini vacaciones, una vez abiertos los italianos ya es primavera, dice siempre mi amiga Susana. Con independencia de lo que marque el calendario, la apertura de la heladería significa el final del invierno y la llegada de los calores. Desde pequeña siempre me ha dado la impresión de que cuando, a comienzos de otoño, nos quedábamos sin helados, la calle parecía un tanto desangelada, como si le faltara algo, perdiendo parte de su identidad. Así que el pasado viernes pude comprobar que la calle Ancha ya no estaba huérfana y se mostraba plena. Tenía como casi toda la ciudad un ambiente de fiesta, posiblemente aire de tiempos atrás, de infancia, cuando el día de Pepes y Pepas era feriado. Al final de la calle, al mediodía, el mercadillo del Doce era un hervidero de gente, lógica consecuencia al ser cuando más apretaba el Lorenzo y más apetecible era la cervecita constitucional. Quizá Lévi-Strauss, el antropólogo y no el de los vaqueros, estaba en lo cierto al defender que en la gastronomía reside gran parte de la cultura y de la identidad de los pueblos y por ello mi enhorabuena a los organizadores. Quién dice que entre cachito de chorizo y un trozo de empanada, criolla por supuesto, no se estuvo afianzado, también, nuestro posicionamiento como ciudad que albergará tantos y tan importantes eventos.