Santiago Martín 'El Viti'
Actualizado: GuardarE l maestro Santiago Martín 'El Viti' ha sido propuesto por autoridades de la cultura y el espectáculo al Premio Castilla y León de Las Artes. Pero un premio es sólo eso, una anécdota efímera. Lo verdaderamente eterno es la bizarría de la que siempre ha hecho gala quien es por derecho y méritos uno de los grandes toreros de la historia. Quedé gratamente impresionado al leer la más emocionada defensa contra la abolición del toreo en Cataluña de todo lo mucho que ya se ha escrito. Y es que en esa carta de Su Majestad El Viti reside toda la verdad del toreo, con un sentido de claridad sabia y profunda, esa misma claridad que oscuramente los antitaurinos pretenden no ver. Ya es de este torero una de las faenas cumbres de este año que acaba de empezar; y es que su pluma rezuma la elegancia y el temple del saber y el sabor taurino, ese saber y sabor que hoy casi no vemos en las plazas.
Su defensa no es ninguna charla de típicos tópicos, sino todo un canto a la libertad, un cúmulo de pensamientos y sentimientos generosos de quien ama a lo que ha sido y es su vida. Un amor que, como la sombra de su cuerpo, siente desde el mismo tuétano de sus huesos.
Santiago es de esos toreros que hablan poco, como los que a mí me gustan, pues todo o casi todo lo que hubo de decir, ya lo hizo con el percal y la pañosa; por ello esta carta suya cobra más importancia. Forma El Viti parte de esa época dorada de los 60 y 70, las décadas en las que más y mejor se ha toreado.
Con mejor concepto, hondura y personalidad. Han sido esos Ordóñez, Bienvenida, Dominguín, Viti, Camino, Chenel, Romero y Paula (aunque los tres últimos alargaron su estela de arte hasta casi nuestros días) los nombres del toreo más auténtico; cada cual distinto, cada cual uno, con solísima expresión de libertad y rebeldía.
El toreo de Santiago es sobrio, templado y rítmico. Qué decir de su naturalísimo natural y ese obligado de pecho que fluía fácil y sonoro, como esa agua que río abajo corre sin prisas. Su forma de andar por la plaza, firme y serena, sin gestos superfluos, es el mismo aire que hoy nos expresa, porque ser fiel a una idiosincrasia es como amar de verdad sin esperar nada a cambio, amar a la libertad.