El isleño Reque pugna por el cuero con el onubense Fali. :: F. J.
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Los azulinos van en serio

Los siete goles, que bien pudieron ser el doble, del San Fernando al Olont consagran al equipo y a un gran Puli

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No está mal para quitarse el mal sabor de boca una goleada como la de ayer ante el Olont. Después del sinsabor de la derrota ante el Balón de Cádiz, había que ganar y convencer a una grada atípicamente a medio llenar y así lo hizo el San Fernando, que le pegó un buen remojón a los onubenses, el mismo que cada 15 días se llevan los aficionados cada vez que a sabe Dios quién se le ocurre activar los aspersores poco antes del pitido inicial y en los descansos.

Pero ayer pasar fresquito mereció la pena. Y eso que los azulinos comenzaron apoltronados y no se entonaron hasta pasados los 20 minutos, cuando más de uno se dio cuenta de que la única forma de hacer algo era empujar e ir con todo a cada jugada.

Nada más desperezarse empezó la acción y, cómo no, Puli iba a ser protagonista. Ayer el isleño justificó su candidatura a la 'bota de oro' (o de gloria) y se apuntó cuatro goles por segunda ocasión en su carrera. Son ya 23 los que lleva este año y parece no haber saciado su ansia. Lástima que la amarilla que vio le vaya impedir jugar el próximo 11 de abril en Isla Cristina.

Fue el oriundo ariete el que abrió el marcador y el que puso algo de tranquilidad. Luego Canito cuando duele, al filo del descanso, aprovechó un rechace para hacer el tercero y dejar la contienda vista para sentencia.

Tras el descanso se antojaban 45 minutos de tedio, porque el resultado estaba muy claro y el rival -que en la ida le dio un repaso a los de Sánchez Franzón- tampoco daba muestras de tener capacidad para poder reaccionar.

Pero lo que ocurrió fue todo lo contrario. Como si de un cero a cero se tratase, el equipo fue cogiendo el tono con el paso de los minutos y arrinconó a un Olont que cuando se espabilaba de un golpe le venía otro más fuerte.

Así las cosas, no tardarían en ir cayendo los goles. Primero fue Puli, que ayer estaba tocado por la varita mágica y todo lo remataba entre los tres palos. Suyo fue el cuarto y el que anunciaba que podía llegar el saco. El de la manita también llevó su firma. Ya todos se animaban. Entonces el míster decidió darle descanso y regalarle una ovación de la grada. Salieron Sotelo, Brahím y Pedrito pero nada trastocó el guión. Los azulinos querían sangre. Llegaron dos más, uno de ellos de Castillo (que lleva tres semanas consecutivas anotando) para llegar al siete definitivo, pero bien pudieron ser siete más.