El secretario general provincial y presidente de la Diputación, en la sede de su partido en Cádiz. :: O. CHAMORRO
Ciudadanos

El líder que se hizo viejo en una sola noche

La «anécdota» de Sevilla eclipsa diez años de hegemonía socialista provincial y dos décadas de alcaldía incontestable Una madrugada de negociación frustrada convierte a Cabaña, el rostro más reconocible del PSOE gaditano, en paradigma andaluz de apego al poder

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Aunque hace ya una década que ejerce como el rostro más reconocible del PSOE en la provincia, quizás por la orfandad de más referencias locales, era un semidesconocido para el resto de Andalucía más allá de informadores muy especializados o de militantes de su partido... Hasta el pasado sábado 13 de marzo. Durante esa madrugada, una negociación tensa, opaca y finalmente frustrada le metió en la nueva ejecutiva regional de Pepe Griñán.

Renunció en menos de cuatro horas. Se retractó. No, gracias. Pero ya era el paradigma de una vieja guardia del PSOE socialista que, al parecer, se resiste a un presunto relevo generacional. De pronto, era el símbolo del dirigente con trienios que se resiste a dejar sus tres cargos, sus prebendas.

La imagen de 30 años de trayectoria institucional quedaron eclipsados en un instante , en una noche que como en una historia Edgar Allan Poe, de repente, le envejece mucho.

Todos los focos se le echaron encima durante cinco días interminables para él. Una promoción política y periodística poco recomendable. La prensa regional le detecta como la anomalía, la única noticia, «la anécdota» -como él repite- de la cita triunfal de Sevilla. Aunque su nombre no les resulta familiar (escriben su segundo apellido con 's' final, en un error que los medios gaditanos corrigieron hace un lustro), los periodistas andaluces le convierten en el personaje político de la semana.

Pero Francisco González Cabaña (12 de octubre de 1957) tiene una de las trayectorias más peculiares de la política provincial antes de ese amanecer que nunca olvidará.

«Siempre fue un polvorilla. Yo no entiendo de política, hijo, pero siempre estaba metido en todo, de arriba para abajo», recuerda la septuagenaria Juana, sentada a menos de 20 metros del Ayuntamiento. Paco, para todos, comenzó su trayectoria política en 1983, tras seis de militancia. Aquel año, se estrenó como concejal pedáneo del Ayuntamiento de Medina, al que entonces pertenecía lo que se denominaba Benalup de Sidonia.

Convirtió la segregación en un objetivo histórico, político y personal. «Era una obsesión para él», recuerda uno de sus ex compañeros en el instituto Casas Viejas, donde era profesor de Lengua y Literatura gracias a su licenciatura en Filología Hispánica. Esa fijación se materializó tal día como ayer, un 20 de marzo de 1990. Benalup abandonó su apellido, dejó de ser pedanía y se convirtió en nuevo municipio de la provincia. Después, añadiría a su nombre el histórico y memorable Casas Viejas.

Esa travesía de siete años le convirtió en un joven y pujante líder a escala provincial. Cuatro años después entra en la ejecutiva regional del PSOE de la mano de Luis Pizarro, José Luis Blanco y Manuel Chaves. En 1995 ya es vicepresidente de la Diputación. Una tras otra, arrasa en las citas electorales municipales. Empieza a darse a conocer como un dirigente con reflejos, cercano, con cierto tirón mediático, pícaro, guerrillero, con un toque maquiavélico y otro populista, que tiene su máxima encarnación en un confeso cadismo militante. Triunfa en casa y avanza fuera. «Cuando llegamos a tener 12 de los 13 concejales de Benalup, no nos lo creíamos. La duodécima fui yo. Los vecinos y compañeros casi me sacan a hombros del colegio electoral», recuerda María José Estudillo, actual delegada de Cultura en su pueblo. Ahora, los ediles socialistas son nueve, pero la mayoría absoluta está lejos de peligrar... Y van casi 20 años ininterrumpidos.

Su salto a la política provincial fue más complejo. «Tuvo que 'matar al padre' como se diría en psicología. Tuvo que distanciarse de los que le habían impulsado, sobre todo de Román, Blanco... casi de Pizarro. Puede que, al final, haya roto con todos. Soltó las amarras en una célebre bronca en el hotel Atlántico, en 1996», recuerda un militante histórico que hace de cicerone de Diego López Garrido, de visita en Cádiz el viernes. La ruptura -traición para otros- le disparó. Presidente de la Diputación desde el 14 de julio de 2003, tras hacerse con la secretaría general del partido en 2000. Ha conservado la hegemonía electoral socialista provincial sin mácula durante diez años. Ahora peligra como nunca.

El 3 de julio de 2007 sufrió su peor revés. Incomparable con el resto. Su esposa fallecía repentinamente y le dejaba viudo, con tres hijos (una chica, la menor). En público, en política, se rehizo. Algunos de sus colaboradores más cercanos quieren ver en esa circunstancia una de las razones para rechazar el salto a Sevilla. «Quiere estar cerca de su gente, en su pueblo, con su familia... Ya no tiene grandes ambiciones orgánicas. Piensa dar un paso atrás en 2012». Aseguran que es un enamorado de la pequeña gran política, de la municipal, de la trabajo en el entorno inmediato.

Otros compañeros, muchos espectadores, piensan que se ha aferrado a sus tres cargos (alcalde, presidente y secretario general), que no ha sabido dar el paso atrás que, sibilinamente, le proponían Griñán&Velasco y que pedía demasiado peso en la ejecutiva. Le acusan de temer a sus oponentes, de ocultar algo, de obstaculizar su relevo.

Afortunadamente, en democracia hay una forma de elegir entre una y otra versión. Con el voto. En las próximas municipales (2011) y en el próximo congreso provincial (2012).