LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

Cádiz y los albores de la Europa moderna

ASESORA CULTURAL DEL CONSORCIO DEL BICENTENARIO Actualizado: Guardar
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La aparición en estos días de la última novela de Arturo Pérez Reverte, ambientada en el asedio de Cádiz por los ejércitos napoleónicos mientras permanecían reunidas en San Felipe Neri las Cortes que debatieron y aprobaron la Constitución de 1812, brinda a los gaditanos no sólo la ocasión para disfrutar de la lectura de un apasionante libro; también les ofrece una oportunidad para rememorar el papel crucial que desempeñó Cádiz en los albores de la Europa y la España modernas, así como para reflexionar sobre las posibilidades de recuperar los tiempos felices arrebatados por la mala fortuna o perdidos por la culpable indolencia.

Sería un ensueño pueril imaginar como algo factible el regreso de Cádiz al viejo esplendor de las rutas americanas que la inevitable independencia de las colonias y la dura competencia en el comercio atlántico no podían sino deteriorar. Pero el siglo XXI ofrece a esta ciudad trimilenaria, lugar de encuentro de civilizaciones y asentamiento de poblaciones de origen dispar, perspectivas para aspirar al restablecimiento de su antigua grandeza basada en la tolerancia y la libertad.

Seguramente la primera condición para conseguirlo afecta a la psicología colectiva de los gaditanos, demasiado propensos a complacerse con las glorias del pasado y con el carpe diem del presente. No existen, sin embargo, contradicciones insalvables entre la mentalidad estoica y la mirada escéptica, bases del espíritu guasón, descreído y amable subyacente a tantos comportamientos festivos populares (comenzando por los carnavales), y la voluntad colectiva de aprovechar las oportunidades creadas a velocidad de vértigo por un mundo sometido a profundos cambios y caracterizado por la interdependencia de las piezas que componen ese gigantesco puzzle. Cádiz no se limitó a beneficiarse pasivamente de la primera oleada mundializadora (globalizadora, para utilizar la terminología al uso) que el desarrollo del capitalismo mercantil, la era de las navegaciones y la circunvalación del globo impulsó desde el siglo XVI. Los comerciantes emprendedores de la ciudad fueron actores de ese proceso que hizo saltar a Europa desde las tinieblas medievales hasta el Renacimiento, redujo las distancias dentro del planeta, aproximó a sus pobladores y unificó por vez primera el mundo. Sería utópico tomar las hazañas del pasado como un modelo repetible para el presente. Existen, sin embargo, resquicios, atajos y accesos que permitirían salir del aislamiento local y aprovechar este nuevo impulso universalista hacia la globalización.

El neologismo glocalización resume esa interacción entre dos momentos que a primera vista resultan contradictorios pero que se necesitan mutuamente. No habrá red ferroviaria de alta velocidad europea hasta que la conexión entre las principales ciudades del continente (con Inglaterra de invitado insular) confiera su pleno sentido a la expresión: Cádiz como nudo local se beneficiará del proceso global y a la vez formará parte de su estructura. Sin duda, Internet es el factor globalizador mas eficaz para acercar a los habitantes del planeta por encima de las distancias geográficas, las nacionalidades y las culturas: por esa razón ver en las escaleras de la Catedral a los jóvenes aprovechar el wifi para comunicarse con sus amigos en una tertulia de ámbito mundial es una señal de que su patria es el universo. El incremento de universitarios acogidos a las becas Erasmus - gaditanos que estudian en Berlín, Estocolmo o Praga y franceses, polacos o británicos que lo hacen en Cádiz-sirve también como ejemplo de la glocalización que esta trimilenaria ciudad debe utilizar como sustituto de las viejas carabelas para promocionar a los emprendedores locales capaces de participar en el puzzle planetario. Como antaño hay que pensar globalmente y actuar localmente.

Con la dura lección aprendida de la destrucción de la costa mediterránea española por la especulación inmobiliaria, Cádiz tiene a su alcance la oportunidad de convertirse en un polo de atracción turística de primer orden. Pero no sólo -y ni siquiera principalmente-por la oferta de sol y playa. ¿Por qué la ciudad amurallada de Cádiz no puede convertirse en Dubrovnik o Cartagena de Indias? ¿Por qué no ser más ambicioso y convertir Cádiz en la competidora de Venecia con una oferta cultural de altura? Cádiz es un privilegio. A lo largo de siglos, la Historia ha dejado sus huellas; el hombre ha construido edificios, iglesias, calles y plazas, almadrabas; la naturaleza le ha dotado de un clima excepcional y de la orografía única de sus salinas, sierras y playas. Si las administraciones públicas y la sociedad civil no aprovechan ahora la oportunidad única que ofrece el 2012 para multiplicar por diez los talentos ofrecidos, como en la parábola bíblica el futuro pedirá cuentas por los talentos desperdiciados.