Gracias al Festival
Actualizado: GuardarSin salir de Jerez, estos últimos días he viajado a París, La Habana y Tokio. Un gran Festival ha sido el pretexto para que otros países conozcan a Jerez. Pero no solo los cantes y bailes son de su interés. Les interesa su gente, conocernos por dentro. Cómo somos en familia, nuestros sentimientos y emociones. Somos mucho más que gente extrovertida, y parece, que sin problemas. Solo parece.
Al igual que ellos que son mucho más que «esos extranjeros» con el mapa a cuestas en mangas cortas, a pesar del frío que se alarga. Hay detrás vidas interesantes más allá de sus interminables aplausos en los espectáculos y el cariño incondicional a los artistas.
En estas me fui a París con tres alegres y jóvenes visitantes. Su castellano era excelente, uno de ellos con aspecto de bailarín, sería por mimetismo, se iba incorporando a la conversación con algo más de dificultad, aunque todo lo comprendía. Contaba que en Francia también había crisis, que él mismo perdió su empleo, ¿les suena? Pero el Festival de Jerez para ellos era una necesidad de la que nos podían prescindir.
Luego me acerqué a La Habana; conocí a una comprometida mujer . Una ejecutiva preparadísima, amiga de unos muy queridos amigos míos jerezanos. Yo veía con cariño el gozo que sentía esta cubana por las conversaciones tan sueltas y a viva voz que manteníamos todos, por la libertad de pasear de madrugada por una calle jerezana, por la abundancia y calidad de los artículos.Hoy partía para la hermosa Habana.
Mañana ella, después de un mes por Jerez, volará hacía Madrid- Ámsterdam- Tokio. La conocí en una bodega y me sedujo su exotismo. Quedamos para un café pero ella pidió tinto de verano. No me sorprendió a pesar de la hora y la temperatura. En Jerez debería ser todo posible y natural. Como me expuso un día el urbanista García Fustegueras; «y que se quitara de encima la caspa». Pero así y todo a esta japonesa, simpatiquísima, que hablaba con chispas en los ojos me confesaba que le hubiese gustado venir antes a Jerez y quedarse. Formar familia con un jerezano y vivir en una casa grande con macetas. Se lamentaba que el hombre japonés no dijera nunca piropos, un simple «¡qué guapa estás!». Que una mujer sobresaliente le costara llegar a puestos relevantes. «La sociedad japonesa es seria y dura» y nos reímos cuando en perfecto español confesó halagada: «A mí me dicen que soy japolatina» . Gracias al Festival de Jerez, la ciudad sale al mundo y nosotros descubrimos a su gente.