Disgusto
Actualizado: GuardarComprendo el disgusto que, en algunos aficionados, han producido las explicaciones - 'tópicas' y 'vacías'- que Víctor Espárrago ofreció a la prensa tras la goleada encajada por el equipo amarillo en el Estadio Cartagonova. Ya sé que cuantificar los minutos en los que el juego fue aceptable, precisar la hora exacta en la que se produjeron los goles, asegurar que «hay que seguir trabajando» y repetir «que aún queda mucha Liga» es eludir el diagnóstico, evitar el pronóstico y omitir el tratamiento de una enfermedad que, aunque no terminal, sí es grave. También reconozco el derecho que tienen los cadistas de exigir que los técnicos les proporcionen argumentos creíbles que les hagan confiar en que el equipo cambiará de rumbo y saldrá a flote. Pero no podemos olvidar que otra obligación del entrenador, en esta delicada situación, es serenar los ánimos de todos nosotros apoyándose en los datos que aún inspiran alguna esperanza de salvación. Estoy seguro de que, a la directiva, sí habrá proporcionado una información más rigurosa, y no dudo de que el análisis que habrá transmitido a la plantilla habrá sido más detallado y convincente, pero los que conocemos su circunspección, su seriedad y su discreción no podíamos esperar que, inmediatamente después de ese desafortunado partido, nos proporcionara unas declaraciones exasperadas que, sin duda alguna, habrían echado más leña a un fuego que ya está demasiado encendido. Éste no es el momento adecuado para azuzar esos sentimientos de indignación que, por muy razonables y justificados que sean, pueden debilitar aún más la capacidad de reacción de esta frágil plantilla. Al final de la temporada, con independencia de los resultados, será la ocasión propicia para hacer un balance riguroso, para exigir responsabilidades y para tomar las medidas adecuadas que eviten otro nuevo fracaso. Ahora lo imprescindible es ganarle al Rayo Vallecano.