El Juli se zampa la fiesta de Ponce
Los veinte años de alternativa del torero de Chiva se conmemoran con un amistoso mano a mano que resuelve un Juli arrollador
MADRID. Actualizado: GuardarPonce celebraba fecha redonda: veinte años justos de alternativa, que fue aquí mismo. Rompió una ovación rotunda al final del paseo y Ponce salió a saludar. Sacó con él a El Juli después. Para matar seis toros. Los tres primeros, de Zalduendo, en mano a mano con El Juli. Eligió cartel, ganado y fecha el propio Ponce. No era en rigor un mano a mano, sino corrida de dos toreros. Pero de pronto dejó de serlo. «De pronto» fue a partir del quinto toro. Sesgo inesperado. No entraba en cálculos que fuera a dar tanta guerra ese quinto, que descabalaba por lámina y cara la corrida entera, justa de artillería.
Retinto y lombardo, buen mozo, enroscada en el tronco la cabeza tostada. Al tercer capotazo de saludo y tanteo en tablas obligó a Ponce a saltar de costado al callejón. Sólo dos lances en frío de El Juli parecieron fijar terrenos y bajarle a la fiera los humos.
Visto el estilo del toro parecía proceder una faena de castigo. En las cuatro primeras tomas el toro arreó por la mano derecha trallazos. Con la sangre más fría que caliente, Ponce desechó la idea del trasteo de aliño. Por la mano izquierda, sin rebosarse, resistiéndose y como a ráfagas, el toro metió la cara un par de veces. Esa señal la captó Ponce, que, tirando tapado por delante, abrió al toro donde menos pudiera defenderse. De rayas afuera, donde tiene ventaja el torero sobre el toro defensivo.
Tragón, Ponce aguantó tres viajes de escalofrío. Ayudándose de la espada, Ponce le sacó al toro media docena de muletazos con la zurda de gran emoción. Vació por arriba y abierto cuando apretó el toro, que lo desarmó una vez y lo intentó tres más. Con la plaza candente y volcada, no hubo manera de igualar. Un metisaca en los bajos, una corta que la rueda de peones convirtió en media, un aviso, cinco descabellos a toro andante.
El Juli le había cortado para entonces dos orejas al primero de su lote tras graciosa faena de precisión. Rodó sin puntilla ese toro que llevaba, de antes, seis hermosas verónicas de recibo con media y revolera de broche, y un picante quite por villaltinas. Al cuarto, suelto de mansear y desganado, lo llevó tapado y despacio, lo mimó y lo engañó, le hizo dos o tres trenzas bolilleras de péndulos cambiados, pretendió sin razón recibirlo con la espada y al segundo viaje lo tiró sin puntilla.
Y sin puntilla al sexto, que, después del tragantón de Ponce, fue como un calmante. No Julián, que, desatado sin avisar, decidió que sí, que la corrida era un mano a mano de verdad, y que, amigos para siempre, y fundidos Ponce y él en un brindis afectuosísimo.
Seis lances en los medios que remató con larga cambiada de rodillas y soberbia brionesa. Ponce replicó con tres chicuelinas en quite desafiante. Eso encendió la mecha de un Juli del todo arrancado, insaciable.
Despatarrado, por las dos manos, en cortas y largas distancias, resueltas las dos paraditas mansas del toro con sendos encajes sin fisuras Y una estocada hasta la bola. Dos orejas otra vez. Clamor de los gordos. Una oreja del tercero para Ponce, que lo tumbó sin puntilla tras una faena larga y Ponce brindó a su abuelo, que estaba en el mismo sitio que hace veinte años.