Armando: «Cádiz fue la mejor decisión en mi vida»
A dos meses para su retirada, Armando Ribeiro repasa sus 20 años como futbolista profesional
Actualizado: GuardarArmando Ribeiro está apurando sus últimos meses como futbolista profesional. Si nada raro ocurre a sus 39 años, bien llevados y nada engrasados, colgará las botas siendo portero del Athletic. El no va más, «la guinda del pastel». Los trozos, a veces, han sido amargos, pero ha sabido endulzarlos con su buen carácter y la fe en el trabajo. Cuando habla mira a los ojos, azules como el mar de Cádiz, ciudad en la que vivió una década, y transmite agradecimiento, felicidad por haber tenido la oportunidad de vestir de amarillo y terminar su carrera en rojo y blanco. Le han llovido golpes, por todas partes, pero él predica que «no hay que rendirse nunca». Disfruta con cada entrenamiento, con cada parada, y jura que es feliz. El 30 de junio dejará el vestuario de San Mamés para no volver jamás. Prefiere ir «día a día».
-Esto se está acabando.
-Lo que se está acabando es la temporada. Quedan dos meses y estamos muy metidos para dejar al Athletic lo más alto posible. Es el objetivo y la ilusión de todos los que estamos en el vestuario
-¿Le preocupa lo que vendrá después del 30 de junio?
-Para nada. Llevo cinco o seis años diciendo que lo dejo y luego, por una cosa u otra, siempre sigo. El adiós está cada vez más cerca, pero no me preocupa.
-Ha vivido de todo: ascensos, descensos, encierros por impagos... ¿Con qué se queda después de 20 años como profesional?
-Con que no hay que rendirse nunca. Cuando viene un golpe, lo encajas y te levantas... y te vuelves a levantar. Es lo que intento transmitir a mis hijos.
-¿Qué es más difícil: parar balones o los sinvergüenzas que se le cruzan por el camino?
-¡Parar balones! Intento alejarme de los sinvergüenzas.
-Debutó en Primera con 34 años, edad en la que muchos piensan en retirarse.
-Nadie me ha regalado nada. Destaqué muy joven, con 19 años ya estaba en el Logroñés, equipo de Primera, y pensaba que me iba a comer el mundo. Luego me fui a Gijón y firmé un contrato de cinco años con el Sporting, pero no me asentaba y quería estar cerca de mi familia. Cometí un error y tuve que volver a empezar. Al final elegí un camino y acabé en el Cádiz, la mejor decisión que he tomado en mi vida. Mi mujer me ayudó porque yo no quería marcharme. Maduré como persona y profesional.
-Las cosas se enderezaron.
-Así es. Mejoré en mi trabajo y llegué a jugar en Primera. Una vez que lo conseguí me dije a mí mismo: 'Esto me gusta'. Entonces decidí sacrificarme y cuidarme mucho más. Acudí a Antonio Escribano -especialista en nutrición, que también trabaja para el Athletic- porque quería llevar una alimentación sana y alargar mi vida deportiva.
Valorar al compañero
-En el Cádiz pasó momentos fantásticos, pero también épocas malas marcadas por impagos. Llegó a encerrarse en el campo durante semanas e incluso su hijo mayor, Alain, le acompañó alguna que otra noche. ¿Qué le aportó aquella experiencia?
-Me enseñó a valorar el compañerismo y la solidaridad que se gestó entre la plantilla y la gente, que nos ayudó un montón. Incluso algunos restaurantes nos traían comida. Fue el principio de una gran unión entre el equipo y la afición y empezamos a llenar el estadio.
-¿Llegó a pasar apuros económicos serios?
-Siempre he sido previsor, ahorrador. Planifico el futuro pensando en mi familia, aunque en aquella época del Cádiz estuvimos cinco meses sin cobrar. Había una negociación dura entre el que vendía y el que compraba. Los ahorros eran un goteo diario y había dos hijos a los que atender.
-En su último año en el Athletic no está jugando y, pese a ello, sigue entrenándose como el primer día. ¿Cómo se motiva?
-Es mi trabajo. Soy un persona excesivamente responsable y lo que hago lo tengo que hacer bien. Necesito que mis compañeros estén contentos conmigo al acabar el entrenamiento; son mi gasolina. Debo estar preparado para cuando mi equipo me necesite y, además, el 'míster' apostó por mí. No quiero defraudarle. No juego mucho así que saboreo cada minuto, lo disfruto y veo los partidos. Me gusta lo que hago y soy feliz con venir a entrenar. Me siento respetado y valorado por mis compañeros; ellos hacen que me sienta importante.
-El Athletic quiere integrarle en la estructura del club una vez que finalice su contrato.
-Me siento muy afortunado por ello. Seguir ligado al Athletic me llena de orgullo. Con entrar por la puerta y ver dónde estoy me hace feliz. Si tengo la suerte de continuar voy a entregarme al máximo. Me haría ilusión transmitir mi experiencia a los chavales.
-Si pudiese volver al principio, ¿qué cambiaría?
-Empecé joven y tomé decisiones equivocadas. Tuve las puertas abiertas para triunfar en el Sporting y no lo hice. Era un inmaduro y quería estar cerca de casa, jugar en Primera con 20 años y comerme el mundo... Me equivoqué y fui al Bermeo, de Segunda B. Es la leche. Pero eso me ayudó a crecer y, al final, todo se equilibra. No me puedo quejar.
-Ha dicho en más de una ocasión que «jugar en el Athletic es un sueño». ¿Qué despertar tiene?
-Cuando veía resúmenes del Athletic tenía que pellizcarme. ¡Estaba ahí! Miro dónde estoy y me digo 'ojalá no despierte nunca'. Me encantaría seguir de otra forma y voy a luchar por ello.