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La costumbre de pagar

Sobrecogidos por la creciente desfachatez, intuimos que con otra reforma laboral todo seguirá mejorando para peor

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La costumbre de morir' es el título de una espléndida novela de Raúl Guerra Garrido publicada hace ya casi 30 años, en la que se narra cómo el odio y la violencia -en este caso el que desata el terrorismo de ETA- se convierte en costumbre y se transmite de generación en generación. Se me vino a la cabeza ese título, por un extraño juego de asociación, al observar el alborozo con el que casi todos han acogido la 'liberación' de Alicia Gámez de sus captores de Al-Qaida del Magreb Islámico (AQMI). Parece que hemos integrado la costumbre de pagar como la cosa más natural del mundo.

Entendámonos. No es que el hecho de que Alicia haya recuperado la libertad física -me pregunto, al ver el comunicado de AQMI, si también la intelectual y la moral- no nos produzca alivio. Naturalmente que preferimos verla llegar sonriente a Barcelona que imaginarla aun en el desierto o algo peor. Lo que no es de recibo es que se valore su puesta en libertad como un éxito de negociación, de diplomacia, y hasta de astucia.

La liberación de Gámez es, como lo fue la de los tripulantes del 'Alakrana', el resultado de una cesión a las exigencias pecuniarias de una banda terrorista. Aun peor: en este caso, una cesión a una banda terrorista extremadamente peligrosa, que va a utilizar el dinero para cometer más secuestros y posiblemente para intentar atentados como el del 11-M que acabamos de conmemorar. El único éxito que hubiera cabido celebrar en este caso sería la captura de los captores. Ni más ni menos. Cualquier otro desenlace puede celebrarse -y es lógico que se haga- por la familia y los amigos. Pero el resto de los plácemes están de más. Va de suyo que no le doy ningún crédito (ella tampoco: bastaba ver sus ojos bajos y su mirada perdida) a la declaración de María Teresa Fernández de la Vega de que no se ha pagado. Esta falsedad es innecesaria: añade un toque de escarnio a la vergüenza.

Esta no es una crítica al Gobierno español. Entiendo perfectamente lo que se ha hecho: si Francia paga (y, al parecer, con peor moneda aun, cambiando la libertad de Pierre Camatte por la de terroristas de Al-Qaida), Italia paga y paga todo el mundo, España no va a hacer en solitario de Guzmán el Bueno. No lo soportaría la gente ni, probablemente, serviría para gran cosa. Pero lo que sí es exigible es una acción concertada de todas las democracias con una doctrina única que incluya una prevención mucho mayor, una respuesta mucho más enérgica, y una contención clara de las cesiones. Cuando, a través de una estrategia de este tipo, superemos la costumbre de pagar ya tendremos algo que celebrar de verdad.