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Madres maduras para una capital que sigue perdiendo población

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Las dificultades para conseguir casa propia y un trabajo estable también han tenido otra consecuencia directa en la radiografía de la natalidad de la provincia. La edad a la que las mujeres gaditanas tienen a sus hijos se retrasa. Con los datos asentados a día de hoy correspondientes a 2009, el 37,7% de los nacidos pertenecen a madres de entre 30 y 34 años, y el 23,7% a madres de entre 25 y 29. Hace 30 años, el escalafón variaba. La mayoría de los nacidos pertenecían a mujeres de entre los 25 y los 29, aunque en el segundo cajón del pódium se encontraban las chicas de entre 20 y 25. El porcentaje de hijos de madres solteras era irrelevante, mientras que hoy en día también supera el 30%.

Dado que la recesión, dure lo que dure, «se entiende como una situación coyuntural, todo hace pensar que el número de nacimientos se recuperará, al menos mínimamente, de forma pareja a la economía», explica Alberto Fernández. Otra cosa es cuándo. Obviamente, no hay previsiones certeras al respecto. La gran incógnita es «cómo afectará este periodo a ciudades que, como la capital, ya tenían un problema preocupante de descenso de población. No podemos olvidar que Cádiz fue la ciudad española que más habitantes perdió en el primer lustro de la década. Y este frenazo se dejará notar».

La sangría ha continuado durante lo que llevamos de siglo XXI. Cádiz ciudad tenía empadronados en 1999 (el último año en que subió el número de nacimientos) a 142.449 personas. Una década después, son 126.766, según el Instituto Andaluz de Estadística. La tendencia contrasta con el aumento sostenido de la población de otras localidades, como Jerez, que tenía empadronados a 182.660 ciudadanos en 1999 y que hoy supera los 207.000 habitantes.

Sobre la moraleja del cuento todo el mundo hace sus propias cábalas: no hay suelo, falta trabajo, iniciativa, productividad... No sólo crece la emigración, sino que encima la inmigración no cala en esta provincia como en otras. La cigüeña, visto lo visto, prefiere pasar de largo.