EL CANDELABRO

La sartén

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Si las cabras, según George Clooney, son buenas actrices, habrá que conceder también que Belén Esteban es buena bailarina. Me refiero a Belén Esteban la persona, no la sartén (la sartén que lleva su nombre estoy segura de que baila y gira mucho mejor que ella en manos de un hábil cocinero). Tras resistirme todo lo humana y periodísticamente posible, he cedido a la tentación de ver a Belén bailando (ahora lo llaman así) en ese concurso de Telecinco que tanto se parece al antiguo 'Mira quién baila', y debo admitir que una vez más me ha sorprendido... Para mal. A menudo, los individuos que carecen de una brillante oratoria suelen resultar muy elocuentes en su expresión corporal. No es el caso. Al Pigmalión que insista en hacer de ella una 'My Fair Lady' o una Isadora Duncan lo veo acabando en la consulta del psicoanalista... Aquí la verdadera habilidad de la artista consiste en no dar pie con bola y a pesar o gracias a ello, forrarse. Es el insondable misterio de las fotogénicas cabras de Clooney. «Siempre miran a la cámara», dice el actor. En el caso de Belén, ni siquiera eso está garantizado, pero el interés que despierta es directamente proporcional a su incompetencia. Algo que tampoco ha inventado ella, pues como aconsejó una vez (salvando las siderales distancias) un crítico refiriéndose a Lola Flores: «Ni canta, ni baila, ni recita... No se la pierdan».

En los tiempos que corren, no me sorprendería mucho que pronto se creara un nuevo grupo en Facebook bajo el nombre de 'genteconvencidade quelaestebanacabaramal.com'. Por lo pronto, el dramón está servido. Belén aparecía el otro día en la tele anunciando, entre lágrimas e hipos, que se separa otra vez (y van unas cinco) de su marido, el sufrido camarero Fran. Lo dijo en 'Sálvame', un territorio donde se siente a cubierto. Pero temo que llegue el día en que no haya quien la salve, que de tanta sobreexposición, Belén Esteban termine quemada, carbonizada... La persona. Más aún que la sartén.