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Abuelas divinas

Estética para 'veteranas'. La mayor esperanza de vida, el buen estado de salud, un espíritu joven y un bolsillo holgado animan a muchas mujeres mayores a buscar tratamientos de belleza y retoques que les hacen sentirse mejor

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Si se sienten jóvenes, ¿por qué no parecerlo? Eso creen muchas mujeres con los 70 bien cumplidos que han dado el salto a las consultas de estética para buscar un equilibrio entre las huellas que el tiempo deja en su rostro y sus ganas de vivir. Sentirse bien con una misma no es cuestión de edad, sino de confianza y autoestima, dicen los expertos.

En los últimos tiempos, el porcentaje de mujeres de edad avanzada que acude a centros de estética ha aumentado el cien por cien. Los datos proceden de la Sociedad Española de Medicina Estética (Seme), puestos de relieve en el 25 congreso recién celebrado en Barcelona. Pilar Rodrigo, su presidenta, atribuye el fenómeno al aumento de la esperanza de vida -que las estadísticas establecen para las mujeres en ochenta y cinco largos años- y a la salud con la que traspasan la frontera de la tercera edad. «Ven que su edad física no se corresponde con su imagen y se notan más jóvenes de lo que realmente aparentan». Partiendo de esa sensación, se lanzan a solicitar información sobre los riesgos que corren. En la mayoría de los casos, van de la mano de sus hijas, a quienes profesan una envidia sana por los resultados satisfactorios de los tratamientos que ellas ya han experimentado.

Cierto que a esa edad los riesgos crecen, pero no ahogan. Las manchas que el sol provoca en la piel (fotoenvejecimiento), los surcos excesivamente marcados o la flacidez en cara y cuello tienen solución sin pasar necesariamente por el bisturí, que es el que más repelús provoca. Los tratamientos van desde la radiofrecuencia para luchar contra esa flacidez, los geles como el ácido hialurónico para atenuar las arrugas, el 'pelling' para hacer desaparecer las manchas en el rostro, en el dorso de la mano y suavizar codos (a base de aplicar ácidos, principalmente el retinoico), hasta el láser y las vitaminas.

La piel se renueva y gana brillo y luminosidad. Son tratamientos alternativos a la intervención quirúrgica, que asusta a cualquiera o que desaconsejan la edad y las condiciones de salud. Y son temporales, no definitivos.

El presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, Ezequiel Rodríguez, confirma la afluencia de mujeres mayores a su consulta. «Cuando uno hace la exploración, les explica la intervención y sus posibles complicaciones, muchas se lo piensan porque creían que era más fácil o menos complicado. Nosotros les aconsejamos y, desde luego, a partir de cierta edad descartamos las intervenciones, dependiendo también de los resultados de los análisis preoperatorios».

La cirugía requiere en algunos casos anestesia general e ingreso hospitalario, y una reducción de abdomen para moldear la figura (abdominoplastia) o una operación para elevar los pechos pueden causar infecciones. «Todo esto es serio y hace que la gente se lo piense más», asevera. Por eso muchas mujeres optan por los tratamientos sin cirugía que ofrece la medicina estética, mucho menos agresivos.

Siempre hay excepciones. Enrique Bassas, cirujano plástico de la clínica Teknon de Barcelona comenta que, a cierta edad, las mujeres se retraen, pero que ha operado de los pechos a una señora de más de setenta, que ha visto cumplido el sueño de su vida. «Siempre había querido tener más pecho. De pequeña, sus padres no le dejaron. Después se casó con un 'moro' que se lo prohibió, ahora está en una residencia de ancianos donde se ha echado un novio al que le gusta mucho acariciar esa zona y lo tuvo claro: 'ahora me lo hago', me dijo». La señora quedó encantada por haber arrinconado por fin su complejo.

«No fabricamos muñecas»

Bassas lo relata como anécdota y asegura que «las ansias de estar bien en la mujer se dan a todas las edades», y que es la salud la que pone el límite para efectuar una operación. Con más de treinta años de experiencia, el doctor señala que las intervenciones más frecuentes son los estiramientos de piel para eliminar la flacidez y de párpados. Hay mujeres, con ocho décadas a sus espaldas, que «se encuentran jóvenes y les gusta estirarse».

El nivel económico y social, más alto que hace 20 años, permite a muchas jubiladas hacerse tratamientos antes impensables, bien porque no podían cuidarse o porque no existían los medios económicos ni estéticos actuales. Pilar Rodrigo constata que con la llegada de la sociedad del bienestar y el culto que se da a la imagen pueden cuidarse de otra manera. Una vez cubiertas las necesidades básicas, tienen dinero para gastárselo en lo que desean.

Los tratamientos son, por lo general, individualizados. «Hacemos medicina a la carta, que es la fórmula para obtener mejores resultados. Buscamos la naturalidad, la armonía. No fabricamos muñecas. Lo importante no es la cara, pero también ayuda a que las personas se sientan seguras y se gusten. Las arrugas están ahí. No pretendemos que una paciente de ochenta años aparente cuarenta, pero sí que tenga una piel cuidada y, si una mancha le molesta, que pueda eliminarla», comenta abiertamente Rodrigo.

La presidenta de la Seme explica que a las consultas van mujeres de cincuenta que piden información para su madre, de ochenta. Y reproduce las conversaciones. «Vienen con frecuencia y me dicen 'A mi madre le ha gustado mucho cómo me han dejado. ¿Usted cree que se podría hacer algo con ella?'. Les respondo que la traigan. Y viene y me dice la madre: 'Ay, es que a mi hija le han dejado estupenda, está tan guapa, ¿qué podría hacerme a mí?'. Le decimos que se mire al espejo y diga qué le molesta o qué le gustaría mejorar. A partir de ahí se establece el diálogo, fundamental para saber en qué puedes ayudarla. Pero no le vas a dejar como si tuviera 30 años, porque ése no es el objetivo ni de la paciente ni del médico».

Ejecutivos con retoques

Las mujeres mayores se animan a mejorar su imagen, pero también los hombres. La crisis ha hecho mella en los de mediana edad, que buscan retoques para sacarle provecho a la experiencia. La feroz competencia del mercado y el galopante desempleo les obliga a buscar fórmulas para mantener el trabajo o para intentar encontrarlo.

Es el caso de los ejecutivos de empresa, que cada vez se dejan ver más por los centros de estética para practicarse la fotodepilación en brazos, espaldas y pechos. Hay quienes se someten a operaciones para hacer desaparecer las bolsas de sus ojos, la antiestética papada o extirpar la grasa que a partir de los cincuenta se acumula en las mamas. Son las operaciones más solicitadas y apenas conllevan riesgos. Otras, más complicadas y menos frecuentes, consisten en inyectar grasa para aumentar el grosor del pene o para corregir la enfermedad de Peroní (pene torcido), que puede impedir las relaciones sexuales o causar daños al penetrar a su pareja.

Una gran mayoría de hombres opta por tratamientos estéticos más suaves, como el paciente a quien desde hace cuatro años cuida la doctora Concha Obregón, en la clínica del mismo nombre ubicada en Santander. «Vino con 37 años, rubio, guapísimo y bien conservado. Le pregunté qué quería. A simple vista no necesitaba nada y me respondió 'mantenerme como estoy'». Ahora tiene 42 y, según su ángel de la estética, los cinco años transcurridos han pasado de largo por su rostro y por su cuello. Obregón, vocal de la Seme, cuenta un curioso detalle. «Los hombres no quieren que les vea nadie cuando vienen. Las salas de espera son individuales».