Rasmiye Abdul Hadi posa con su familia, víctima de la represión de Sadam Hussein y Al-Qaida. :: M. AYESTARAN
MUNDO

El futuro de Irak, en manos kurdas

Cualquier coalición de gobierno resulta imposible sin su presencia

BAGDAD. Actualizado: Guardar
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Los francotiradores han desaparecido de las azoteas de la zona de Sadriya, en Bagdad, pero Majid Alí aún tiene una sensación de miedo cuando se ve obligado a cruzar la avenida central. Hace cuatro años su hijo Hamed fue abatido de un tiro en la cabeza. La fotografía del joven veinteañero preside ahora la peluquería de su padre. Él, como cerca de medio millón de kurdos, vive en este barrio. Son kurdos chiíes -a los que llaman 'filies'- y en los últimos años han sufrido por su origen y por su secta.

En las callejuelas de Sadriya se mezclan las tragedias del pasado con las del presente. La mayor parte de estos kurdos fueron desplazados por el régimen de Sadam. Algunos fueron obligados a dejar sus tierras y trasladarse a Bagdad, a otros se les envió a Irán y regresaron tras la caída del tirano después de pasar media vida en el país vecino. «Los soldados me fueron a buscar al hospital a las pocas horas de dar a luz y me llevaron en camión junto al bebé y mi otro hijo de 9 años a la frontera persa. El bebé tenía complicaciones, pero no dejaron que los médicos le atendieran». Rasmiye Abdul Hadi recuerda cada detalle de aquella noche de 1980. Pasó veintiséis años en Teherán y decidió regresar en 2003 a Bagdad, donde se encontró con su casa ocupada por nuevos inquilinos y con el terrorismo de Al-Qaida. Un coche-bomba colocado en pleno centro del barrio hirió a su hijo mayor y le destrozó la pierna.

La Comisión de las Propiedades se encarga del estudio de las denuncias por parte de los desplazados de la era de Sadam y funciona casi como un ministerio más. Miles de casos como el de Rasmiye se amontonan en los cajones de este órgano que hubiera tenido aun más trabajo de no ser por una 'fatwa' (edicto religiosa) emitida en los ochenta y que prohibía la compra de bienes de las víctimas de Sadam. «Aunque son kurdos chiíes, creemos que a la hora del voto se decantarán por la opción nacional antes que la sectaria. Les estamos dando un gran apoyo y en muchos casos sólo el Gobierno de Arbil les asigna pensiones y ayudas mensuales», asegura Khalid Bahara Maikan, representante del PDK en Sadriya, un pequeño enclave del Kurdistán en pleno centro de la capital.

Mayor poder

El Partido Democrático del Kurdistán, que lidera Masoud Barzani, ha ocupado una antigua sede del partido Baas de Sadam Hussein en la zona para atender a esta comunidad que estuvo en el punto de mira del dictador y, tras la invasión americana, de Al-Qaida. Pero ahora, tras las elecciones, ganan en poder.

Las banderas tricolores del Kurdistán -a franjas horizontales rojas, blancas y verdes con el sol en medio- apenas tienen protagonismo entre las imágenes de los imanes del chiísmo. Pero, conscientes de su peso en el actual Irak, donde resulta imprescindible una coalición de gobierno sin su presencia, las formaciones políticas kurdas luchan por el voto de los suyos también en Bagdad. Aunque no hay un censo definitivo, se calcula que podría haber 14.000 familias en la capital. El Partido Democrático del Kurdistán y la Unión Patriótica de Kurdistán del hoy presidente, Yalal Talabani, acudieron de la mano a los comicios de 2005 y obtuvieron 57 de los 275 escaños.

Cinco ministerios

Formaron Gabinete con Nuri al-Maliki y les correspondieron cinco ministerios, unos números que esperan mejorar una vez se conozcan los resultados de las elecciones del pasado domingo, una cita en la que volvieron a presentarse unidos.

«Este Gobierno no ha cumplido las expectativas y el problema kurdo sigue sin resolverse, especialmente el caso de Kirkuk. Es hora de respetar el artículo 140 de la Constitución», advierte Mohamed Amin al-Dalawi, líder de la coalición kurda en Bagdad. Kirkuk se ha convertido en el centro de los problemas en el Irak del siglo XXI. Situada a menos de trescientos kilómetros al norte de la capital, turcomanos, árabes y kurdos se disputan la hegemonía sobre una provincia en cuyo subsuelo hay importantes reservas de crudo. En los sesenta y setenta sufrió un proceso de arabización por parte de Sadam, pero en los últimos años han sido los kurdos los que han repoblado la zona para intentar convertirla en la cuarta provincia de su región autónoma.