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La alegre inquisición del Calcio
Siete futbolistas de la liga italiana han sido cazados al aplicar un reglamento que contempla la expulsión y un partido de suspensión La norma contra las blasfemias es una fuente inagotable de escenas cómicas
ROMA. Actualizado: GuardarEn Italia hay todo un ex magistrado curtido en la lucha contra el terrorismo, Gianpaolo Tosel, convertido ahora en juez deportivo de fútbol adscrito a la persecución de la blasfemia, que se pasa las tardes del domingo pegado a la tele en busca de pecadores. Una expulsión, un gol, una decisión arbitral polémica, y ahí está escrutando en la pantalla lo que farfullan los jugadores. Lo mismo hacen los árbitros y dos delegados de la Federación en cada campo, pegando la oreja como chivatos de colegio.
Es el nuevo disparate del Calcio que entró en vigor el pasado 1 de marzo: el castigo de la blasfemia, incluida la prueba televisiva, con expulsión y suspensión de un partido. Pero tanto pío esfuerzo, como se preveía, no logra la seriedad deseada, sino que se ha convertido en un cachondeo, con diatribas sobre lo que se ha dicho o no se ha dicho, escenas de honor mancillado y expulsiones a mansalva en partidos complicados.
En la primera jornada en que se aplicó, hace una semana, cayeron siete. Un napolitano tuvo el honor, o el escarnio, de ser el primer expulsado: Cataldo Montesanto, del Libertas Stabia, que jugaba contra el Ercolano. Perdieron 2-4. No lo encajó bien: «El árbitro ha oído mal, era una imprecación a un compañero por un fallo. No he blasfemado en mi vida y aunque lo hubiera hecho el árbitro podía haberlo perdonado: ya nos había pitado tres penaltis y nos había expulsado a dos». En el resto de la jornada le acompañaron el entrenador del Chievo, Domenico Di Carlo, un jugador de Serie A, dos de la B y otros dos de categorías inferiores.
Todos fueron pillados en el campo, salvo Giuseppe Scurto, de la Triestina, cazado por la tele. Un defensor del Chievo, Michele Marcolini, también había sido traicionado por las imágenes, pero el juez lo absolvió tras un atento examen. Resulta que no dijo 'Porco Dio' (Dios), como parecía, sino 'Porco Diaz'. Suena raro, pero Armando Diaz es un general italiano de la Primera Guerra Mundial y en un último servicio al pueblo su apellido ha terminado por ser útil como taco enmascarado. Marcolini precisó luego que aludía a un jugador argentino del Inter de los 80, Ramón Díaz, pero esto es irrelevante. La sentencia no tiene desperdicio: «El futbolista clivense, saliendo del terreno de juego como consecuencia de la expulsión infligida poco antes, profería aparentemente una expresión jergal, en uso en el Triveneto y Lombardía, con vulgar referencia a Diaz y no a Dios». A Micolini le fue bien porque el juez es del Véneto, la región de Venecia, y conocía la expresión. Ya hay protestas por posibles injusticias ante el uso de expresiones en dialectos que escapen al conocimiento del juez.
Pero ha sido aún más divertido el recurso de Scurto, el otro jugador pillado por la tele. Es en las imágenes donde se abre un resquicio para las alegaciones, pues las expulsiones en el campo son inapelables -y aquí se abre otro agrio debate-, confiadas sólo al buen oído del árbitro o a su sentido del escándalo. Scurto, de la Triestina, contrató los servicios de una sordomuda profesora de lenguaje para discapacitados y experta en lectura labial, la señorita Loredana Goldaniga. En una solemne declaración atestiguó que la exclamación del jugador fue «Zio porco», y no «Dio porco». 'Zio' es 'tío', y se usa como eufemismo sustituto de 'Dios', al estilo de expresiones españolas como 'ostras' o 'me cago en sos'. Es la misma excusa que dio Buffon, el primer cazado en Italia. El portero se libró del castigo porque el reglamento aún no había entrado en vigor.
Discusiones infantiles
La Corte de Justicia Federal ha acogido el recurso de Scurto: «La lectura labial no aporta una prueba cierta en cuanto a la efectiva pronunciación de la expresión blasfema». Es decir, se abre una vía de fuga para futuras sanciones y aumenta la ridiculez, pues parece que valen los eufemismos. «Mi honor está a salvo, soy religioso y no he blasfemado nunca», ha declarado Scurto. «Agradecemos la preciosa colaboración de la señorita Loredana», añadió el club en una nota.
Así anda ahora el Calcio, metido en discusiones infantiles de patio de recreo. El absurdo es aún mayor si se piensa que aparecer en las imágenes es aleatorio y todo depende de la mala leche del realizador, o de qué equipo es. No hay problema: la Liga italiana impondrá unas normas de retransmisión para buscar la uniformidad, con una comisión que vigilará cada partido.
Si esto sigue así cada jornada puede terminar como el rosario de la aurora. Por ejemplo, en el partido Villa d'Ogna-Longuelo de Tercera División, en Bérgamo, hubo tres expulsiones por blasfemia en quince minutos. Uno de ellos acababa de entrar por una suplencia y se estudia si puede tratarse de un nuevo récord. Los equipos que van mal, como la Lazio en Serie A, están tensos y son más propensos al desahogo sacrílego. El domingo el argentino Zárate llamó a gritos al árbitro 'hijo de puta', en español perfectamente comprensible en Italia, y Rocchi salió bufando con expresiones inequívocas, sin necesidad de ser la señorita Loredana.