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María del Mar Moreno retrata la lucha de los artistas en el siglo XXI
La bailaora jerezana estrena esta noche en el Teatro Villamarta su nuevo espectáculo, 'Quiero tu cante'
JEREZ. Actualizado: GuardarLa crisis, para el flamenco, es otra cosa. No se trata sólo de que los artistas pasen apuros, salvo las figuras consolidadas, ni de que los carteles sean menos y menores. La farándula se mueve al mismo compás que el resto del mundo: si las cosas vienen torcidas, tragan saliva y miran el calendario, a ver si pronto hace bueno. Pero hay otra recesión, larga, implacable, que les mella el orgullo desde hace años. Algo más hondo, que tiene que ver con las esencias, con la voluntad, con la vocación y el mercado. María del Mar Moreno, jerezana del 73, lo sabe.
La alumna pródiga de Angelita Gómez está hecha a las tertulias, a los debates entre bambalinas, y pulsa el ambiente del mundillo donde toca, en la academia, en los bolos, en los mentideros y en los cafés. Ha visto ya, a pesar de su juventud, muchos juguetes rotos, y conoce a a algún que otro dios con los pies de barro. Así que ahora, después de calibrar la situación en este difícil arranque de siglo, se ha propuesto contarlo y cantarlo. Bailarlo, también, a su manera.
El espectáculo que estrena esta noche en el Festival de Jerez es una invitación a que el espectador «busque y encuentre, si quiere, una verdad, o muchas, o ninguna, mientras conoce la mía, o la nuestra». 'Quiero tu cante' parte de un hecho concreto, «un trozo en las vidas de un grupo de artistas que se reúne en un café de la Baja Andalucía, que sufren el paso del tiempo, el peso de los días, de la rutina, del olvido, sin que les ocurra nada extraordinario, sin pena ni gloria».
Detrás de esa estampa hay una radiografía que puede parecer, de entrada, pesimista, pero que se remata de un modo esperanzador, con un canto a la independencia creativa.
«No es casualidad que se incluya el perfil de una artista que espera y espera a que el teléfono suene, sin suerte». María del Mar Moreno admite que hoy por hoy las exigencias del público suelen ir por un lado («lo suave, lo light, lo fácil de asimilar»), y que son muchos los cantaores y cantaoras de casta que tienen que sacrificar sus propios criterios para poder salir adelante. «Es triste, por una parte, aunque muy respetable, por otra», afirma.
En esta propuesta todos tienen su sitio, «los que aguantan y los que se rinden, los que huyen y los que se retiran un tiempo, para volver después con las ideas más claras y las pilas cargadas».
A partir de la metáfora del cante, «auténtico, sentío, sincero, sufrido, soñado, creado y recreado», se retrata la esencia de esos hombres y mujeres, su pelea, su angustia vital y su elección de irse o de quedarse, de evolucionar o reinventar, de transgredir o conservar, de apostar su trayectoria a un todo o nada». Tienen cabida la seguiriya honda, las canciones «más dulces», la ranchera más rajada y la soleá más profunda.
«Intentamos alcanzar una verdad universal y compartida, una verdad que no es otra que la necesidad de ser uno mismo para poder escribir nuestro propio destino, desde el coraje interior, aunque haya que hacer sacrificios y se comentan errores». Para lograrlo, cuenta con la música de Santiago Moreno y José Luis Morón, la iluminación de Marcos Serna, y la dirección artística de Antonio Malena.
«Que nadie espere un gran despliegue de medios, porque éste es un espectáculo sobrio. Con la que está cayendo, no me parecía honesto invertir mucho en cuestiones como escenografía y vestuario, sobre todo porque lo que tiene que brillar es la verdad del cante...»