
Una tradición que cautiva
Los devotos abarrotan Santa Cruz para llevar sus peticiones al MedinaceliEl final de la crisis se convierte en el mayor deseo de los fieles que se acercaron al besapié del primer viernes de marzo
CÁDIZ. Actualizado: GuardarEn la peña Hermanos Cirineos de la calle Obispo José María Rancés huele a incienso mientras suena la marcha 'A ti Manué'. Pocos metros más arriba, en el interior de la Catedral Vieja, el sonido del oboe, el fagot y el clarinete aporta solemnidad al tradicional besapié del Medinaceli. Una inmensa cola demuestra bien a las claras la enorme devoción que sigue despertando la imagen por los siglos por los siglos. Son muchos los que se acercan a rendirle pleitesía. No son sólo pedigüeños sino también agradecidos. Algunos lo hacen con un clavel. En la puerta, Susi, lleva más de treinta años vendiendo flores. Ayer estaba más contenta porque «la cosa va mejor que otras veces».
A las once de la mañana, la cola ya da toda la vuelta al templo y llega hasta casi el Campo del Sur. Señoras ayudadas con bastones, otras en sillas de ruedas, madres con niños en brazos o en los clásicos carritos se detienen ante la imagen en una tradición que cautiva y rescata. Entre ellas, Manuela Anillo, que lleva «toda la vida viniendo». Hay mujeres que piden por los enfermos, otras porque se acabe la crisis y, si es posible, la lluvia.
Los más jóvenes también siguen la tradición de sus mayores. Es el caso de Iván García que tampoco falla ningún primer viernes de marzo. «A mí me encanta todo lo que tenga que ver con una cofradía. Por eso salgo en La Palma, La Sanidad y la Magna de San Fernando». Manuela Campe última heredera de los propietarios de las imágenes nos recuerda que la vinculación de la familia con la talla sigue viva. El bullicio, insignificante para el gentío que se acumula dentro de la iglesia, obliga al hermano mayor Juan Luis Prián a pedir silencio durante una eucaristía en la que hubo un especial recuerdo para las recientes catástrofes. La fila sigue avanzando. Llama la atención la indumentaria poco adecuada de algunos que contrasta con la majestuosidad de la Virgen de la Trinidad vestida a la usanza hebrea. A las ocho y media de la tarde, el obispo Antonio Ceballos preside la última eucaristía antes de que se cierren las puertas de Santa Cruz.