¿Están trabajando?
Vacaciones polémicas. Diputados, senadores y profesores defienden que no estar en sus puestos no significa que estén de descanso
Actualizado: GuardarLa diana de la opinión pública es incómoda hasta para los parlamentarios, los más acostumbrados a que les piten los oídos en justo empate con los árbitros de fútbol. Han recibido críticas por sus sueldos (unos 6.100 euros al mes para los de fuera de Madrid) y por sus jubilaciones doradas aseguradas por decreto (la máxima con once años en el escaño), lo que ha agitado el debate social en las últimas semanas. Las encuestas han llegado a definirlos más como un problema que como una solución. En tiempos de crisis, el español de a pie no pasa una. Y los 'jefes' de las Cámaras han sacado la manguera para prevenir otro posible incendio. El presidente del Senado, Javier Rojo ha abierto una nueva espita en su afán de mejorar la imagen de sus señorías. Ayer fue seguido por su homólogo del Congreso, José Bono. Los dos hablaban de recortar las conocidas como vacaciones parlamentarias. Quieren dar ejemplo y que la gente no rumie de indignación cada vez que el Hemiciclo aparece semivacío en la televisión.
Bono ha explicado que la Constitución Española impide que enero y julio formen parte de los periodos de sesiones ordinarios, pero algunos, ha añadido, «quieren interpretar que lo que hay es pura y simplemente la consecuencia del poco deseo de trabajar de los diputados. Eso es rigurosamente falso. Por ello no podemos contribuir a que la imagen errónea sea alimentada por un modo de actuar por nuestra parte errático».
El artículo 73 de la Constitución establece que los periodos de sesiones en las Cortes excluyen enero y julio. A eso -quizás pérfidamente- siempre se le ha llamado 'vacaciones parlamentarias', un periodo visto por algunos como dos meses a la bartola pero que en realidad está planteado para que diputados y senadores atiendan sus circunscripciones.
Obviamente, la imagen del Hemiciclo vacío en las pantallas no ayuda. Pero que no aparezcan en televisión no significa que estén en el sofá de su casa. Ese es, al menos, el punto de vista de los parlamentarios. «Si yo no estoy en un debate sobre agricultura no quiere decir que no esté currando en mi despacho, estudiando o recibiendo a gente», subraya José Antonio Landaluce (PP), congresista gaditano de la Comisión de Defensa.
En enero y julio no hay plenos (al margen de los extraordinarios) desde 1978. ¿Porqué surge hoy el debate? «Siempre pasa en tiempos de crisis, cuando se busca el privilegio del vecino». Habla Alfonso Arellano, investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), que asegura que, salvando deshonrosas excepciones, no hay «colectivos privilegiados» en el panorama laboral. «Tampoco los políticos».
¿Ni siquiera los profesores? 'Trabajas menos que un maestro de escuela' es un dicho que cala en el ideario español. Pero no significa que los casi tres meses de vacaciones de los alumnos sean también de descanso para los profesores. No lo es para el propio Arellano, que lo considera «al menos simplificador. Que cierren las clases en julio no significa que no haya trabajo», dice.
Carmen Guaita ha sido profesora de Primaria durante 25 años y ejerce de portavoz del sindicato independiente de profesores, ANPE. La realidad no se puede negar: los días de clase terminan en julio y no se reanudan hasta septiembre. «Eso no significa que no trabajemos». Así se defiende la maestra, que asegura que los equipos directores de los centros siguen currando y muchos profesores se siguen formando. «La OCDE dice que los españoles son los docentes que más tiempo dedican a su formación», sostiene Guaita, que pasa cada mes de julio, «antes como alumna y ahora como profesora», en los cursos de verano de diferentes universidades. «Los tiempos lectivos son los que son y no es escandaloso», aunque incluyan no dar clase del 21 de diciembre hasta el 7 de enero, y otros diez días en Semana Santa.
¿Y el resto de los mortales? Según la consultora Mercer, los españoles disfrutamos de 36 días libres totales que son la suma de 22 laborables de vacaciones y los 14 festivos. ¿Mucho? La cifra nos sitúa en un honroso quinto puesto mundial por detrás de Lituania y Brasil (41 días), Francia y Finlandia, con 40 días en total. Canadá (19) y China (21) son los países que menos días libres conceden.
Cuestión de fechas
Si se echa un vistazo a las diferentes profesiones, la alegría va por barrios. «Realmente, la cuestión no es la cantidad de vacaciones y festivos, sino las fechas en las que libra el trabajador y esto viene dado por el propio tipo de trabajo», adelanta Alfonso Arellano. Así, los camareros 'pringan', generalmente cuando los demás se divierten, un dependiente de unos grandes almacenes no suele librar en Navidad, y los contables no se van a casa cuando cierran un trimestre. «Es muy difícil que eso cambie», asegura el investigador de Fedea.
Cualquiera que trabaje en equipo conoce la pesadilla de coordinar los días libres cuando comienzan a llegar las peticiones por correo electrónico. Los de «Yo quiero julio o agosto» abundan, aunque cada vez son menos. Según Arellano, la crisis hace que las vacaciones se partan en algunos periodos más cortos. Dos semanas en verano, navidades más largas y otra semana cuando nadie se lo espera. «Antes, tres cuartos de los españoles tomaban sus vacaciones durante el verano y ahora sólo representan el 60%», admite.
Estas cifras, el maná de los empresarios turísticos, retratan un fenómeno creciente: la desestacionalización, que no sólo es recomendable para ajustar las cuentas de resultados de los hoteles en invierno. También es beneficiosa para las mentes de los trabajadores. Humbelina Robles Ortega, investigadora de la Universidad de Granada, apuesta por partir el bloque del ocio. Apunta que una buena medida para prevenir la aparición de síndromes molestos como el post vacacional es fraccionar las vacaciones, en lugar de tomar todos los días seguidos. «Si disponemos de un mes y nuestra empresa nos lo permite, podemos coger quince días primero, y otros quince más adelante. Esto nos servirá para evitar saturarnos, la sensación de estar de vacaciones se alargará, y además, los cambios en los hábitos no serán tan drásticos, por lo que la incorporación no será tan traumática», asegura. Ni siquiera para los que vuelven al escaño.